El aprendiz


Quizás fui muy ingenuo y no supe leer en sus ojos lo que sus labios callaban. Creía entonces que el arte de amar se practicaba de forma superficial, como una capa de pintura ligera. No imaginaba que lo que se podía ver solo era la punta del iceberg y que la porción más grande y peligrosa quedaba siempre oculta.
Años más tarde interpretaba, sin mucha dificultad, el lenguaje que se expresa sin palabras, pero entonces no era más que un mal alumno de primero de amores.
No llegué a licenciarme. Algunas disciplinas me resultaron imposibles y eso que me convalidaron varias asignaturas con la práctica de relaciones esporádicas de una sola noche. Mi deseo de convertirme en maestro quedó enterrado en el cajón de los sueños utópicos. Ahora ejerzo por mi cuenta como profesional autodidacta.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
publicado en Letras Breves n. 2 (enero-marzo 2011)

Ilustración: Sin sueño
Man Yu Fung

¿Por qué?


En el fragor de la batalla, dos soldados enemigos cayeron, uno al lado del otro, gravemente heridos. Uno de ellos preguntó: —¿Por qué?
Murieron sin respuesta.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en Avuelapluma n. 216

Ilustración: Oh, soldados que la muerte sembró...
Ehivar Flores Herrera

Aquellos días perdidos


Aún conservo en el corazón aquel beso de presentación con el que Inma rozó mis mejillas casi infantiles. Tenía el cabello largo, rubio y ligeramente rizado. Era delgada, espigadilla y algo más alta que yo. Me atrapó al instante en su mirada color de miel. Poseía una voz tierna y acaramelada de niña. Aquella noche de septiembre Inma estaba sudando ligeramente, como lo estábamos todos, y la leve humedad de su rostro al contacto con el mío despertó algo que estaba dormido en algún escondido rincón de mi interior. Solo pude balbucear un tímido y ahogado "hola" que no escuchó ni el cuello de mi camiseta. Sonaba la canción de Suzanne de Art Company y siempre asociaré este tema con aquel encuentro. La vida no fue justa con Inma. Perdió la inocencia demasiado pronto. No tardamos en verla convertida en madre. Se casó con un tipo algo mayor que ella que la despreciaba y que el único mérito que tuvo fue quedarla preñada antes de cumplir los diecisiete. Hace años que no sé nada de Inma. Hace años que quedó perdida en esos días que solo existen en la memoria.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en digitalextremadura.com (7/dic/2010)

Ilustración: Chica
David Farrés Calvo

El beso de las sombras


La mañana de otoño regalaba un cielo de mullidas nubes blancas. Mis ojos se despegaron del pavimento gris y se inundaron de algodones. Llené mis pulmones de aire fresco y al expirar, los temores huyeron de su encierro.
Cuando perdí de vista mis miedos, comprobé que los pies iban más ligeros. Pero aquello no duró más que un breve instante. Al volver una esquina me esperaba. Apenas me vio, clavó sus uñas afiladas y negras en mi pecho. El dolor casi me hizo desfallecer, aunque me mantuve en pie. Quise atraparlo, pero se desvaneció como una bruma liviana.
Seguí mi camino con tristeza. Sabía que aquel encuentro me había infectado el corazón de sombras. Llegué a mi casa con dificultad. Mis pasos lentos desangraban el ánimo y secaban las esperanzas.
Me dejé vencer y pronto las lágrimas empaparon los algodones hospedados en mi mirada. Aquel día aprendí el significado escondido de varias palabras.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en Letras Breves n.1 (oct-dic 2010)

Ilustración: Los gozos y las sombras
Lidia Susana Kalibatas

El escritor


Cuando tuvo bolígrafo, le faltó el papel. Cuando tuvo papel no encontró el bolígrafo por ningún lado. Cuando consiguió ambas cosas, no era el momento apropiado. Cuando fue el momento apropiado, no tenía ganas. Cuando tuvo ganas, no se le ocurrió nada. Y así se le pasó la vida sin escribir una sola línea.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en Avuelapluma n. 216

Ilustración: La máquina de escribir del abuelo
José Antonio del Castillo Martín

Evidencias

Un buitre con el pico ensangrentado
escarba entre los restos de la fe.
Las campanas de la iglesia
emprenden un vuelo lento
e inundan los valles
con su interminable letanía.
La mariposa negra
se posa en la mano pálida
del que aguarda noticias.
El sepulturero abre la verja
del cementerio y escapa
el aroma de las flores recién cortadas.
He aprendido
que el futuro tiene
fecha de caducidad.


Víctor Manuel Jiménez Andrada
A Esther, in memoriam