Siempre hay un pasado

 

En aquel momento sabía que se iba a arrepentir de lo que estaba haciendo, pero necesitaba el dinero. Trató de ocultar su rostro lo mejor que pudo, sin embargo los flashes de las cámaras devoraron las sombras y varias decenas de fotografías delataron su presencia allí. Pasaron varios años y cuando había olvidado su vida anterior, el papel cuché desenterró los fantasmas.
 
 
Víctor M. Jiménez Andrada
Publicado en Avuelapluma 20/5/2013
Ilustración: http://recursostic.educacion.es/bancoimagenes/web

"Catorce llaves" nuevo disco de Manuel Cobos

CATORCE LLAVES es el nuevo discolibro de MANUEL COBOS en el que pone música a otros tantos poetas contemporáneos y en el que tengo la suerte de participar. Puedes colaborar en el proyecto a través de la web:  http://www.verkami.com/projects/6094-catorce-llaves-nuevo-discolibro-de-manuel-cobos
  
 

Gotas


 
Una gota, otra gota, otra gota.
Lo peor sucede cuando se apaga la luz
y quedan los quejidos ciegos y el olor intenso
de los fluidos mezclado con la lejía.

Una gota, otra gota, otra gota.
Los calmantes no alivian el desconsuelo
ni cierran los párpados de los peces
atrapados en burbujas de cristal.

Una gota, otra gota, otra gota.
Las horas, fabricadas en serie,
se extienden con exasperante parsimonia
por los pasillos desiertos.

Una gota, otra gota, otra gota.
El taconeo de unos pasos firmes
rompe, de vez en cuando, la espesa atmósfera
de los últimos alientos.

Una gota.

Se acaba el líquido que absorben
los gusanos castigados y sedientos,
por dos minutos y después una gota, otra gota, otra gota.
  
 
Víctor M. Jiménez Andrada
de "Versos del insomnio", Letras Cascabeleras, 2012
Fuente imagen: http://recursostic.educacion.es/bancoimagenes/web/ 

Traición

Según dictaminó el juez, había cometido un acto de terrorismo sin precedentes. Aquella traición se pagaba con la vida. Hasta que llegó el día de la ejecución, sufrió torturas terribles, pero le consolaba saber que las consecuencias de sus actos eran irreversibles y que aquellos tiranos tenían los días contados, aunque él no estuviera para verlo. Muchos intentaron visitarle, pero los guardias no consintieron otra presencia allí que la del capellán de la prisión. La orden de aislamiento era estricta. El día señalado, se llegó a concentrar tanta gente a las puertas del penal que el ejército, aún empleándose a fondo, no consiguió disolverlos. Se cumplió la sentencia poco después del amanecer, pero para entonces y gracias a su labor, los hijos de los esclavos sabían leer.

 
Víctor M. Jiménez Andrada
publicado en “Comidas para llevar”, Ed. Rumorvisual, 2011 




El secuestro de la estatua ecuestre

 
  
Una grúa avanza por la calle solitaria
      —la escoltan sirenas que rasgan las sombras—
y alcanza la plaza donde mora el dictador derrocado
por la parca inmisericorde y el olvido.
Es la mejor hora para arrancar avisperos
aunque hay guantes de policía  por si hace falta consolar nostalgias.
Cuatro operarios indiferentes
cruzan con eslingas la estatua ecuestre
que pronto se eleva por los aires con un solemne redoble de motor.
(alguien sonríe ante la desproporción de los testículos del animal y la cabeza del dueño).
La imagen es casi cómica:
               el caballo parece asustado en un último relincho
               y el jinete un muñeco indefenso ante el vaivén.
Un camión se lleva, bajo el anonimato de una lona,
al que durante años ha presidido la nación y la plaza.
Se le condena, según sentencia judicial, a cadena perpetua
en el rincón más apartado del almacén del museo municipal.
El silencio regresa con el repartidor de periódicos.
El muchacho despeja sus fosas nasales
con el intenso olor a desinfectante
de los aspersores que riegan el jardín
al pie del pedestal vacío.
  
Víctor M. Jiménez Andrada
de Versos del Insomnio. Letras Cascabeleras, 2012