APUNTE DE ANATOMÍA 004.- SUBIDAS

¿Hasta dónde pretendo llegar? Es algo que me preguntan muchas veces. No me parece inteligente subir a las nubes si no es con un buen paracaídas. Mejor pisar en firme, dejar que las cosas sucedan y disfrutar del ahora que me envuelve.
 


Texto y foto: Víctor M. Jiménez Andrada

APUNTE DE ANATOMÍA 003.- MÍRAME

Mírame y dime qué esperabas encontrar. Siento si te has decepcionado. El arte de malabares que ejerzo no es tan espectacular como su nombre indica. Cada día que ensayo, cubro el suelo de letras.
 

 
Texto y foto: Víctor M. Jiménez Andrada

APUNTE DE ANATOMÍA 002.- HOJAS

Paseo sobre cadáveres de calendarios. Hasta aquí solo llegan las obras. Todo recuerdo se desvanece en polvo si no se graba en tinta. ¿Sabes que puedo hacerte inmortal? Solo tienes que contarme algo de ti.
 


Foto y texto: Víctor M. Jiménez Andrada

Fruta


Con la mirada clandestina acaricio la fruta jugosa. Está tan cerca que casi puedo tocarla, pero me conformo con verla en las ramas, imaginar su aroma y soñar la textura y el sabor de su carne madura. Eso al menos en la realidad que me envuelve.

Pobre Europa


  
Zeus era un tipo sin escrúpulos que vivía de la sangre de los demás. Su mirada de tiburón provocaba el pánico allá donde se posaba. Un buen día se sintió atraído por las carnes prietas de una muchacha llamada Europa. La chiquilla era algo ingenua, o más bien un poco tonta, y se dejó embaucar por las lisonjas que se vertían de los labios aparentemente mansos de Zeus que, transformado en un joven encantador de sonrisa perfecta y traje de chaqueta, le ofreció viajar a sitios extraordinarios.
Europa, deslumbrada por la belleza, animada por sus amigas y enamorada como una estúpida, se fue a su casa deprisa y guardó en un cofre todo el oro que tenía para marcharse a recorrer el mundo con su nuevo amigo. Ignoró los consejos de su padre y las lágrimas de su madre, que no se fiaban de aquellas promesas escritas en el aire con tinta transparente. Zeus se la llevó muy lejos, a una isla apartada, y una vez allí, le arrebató el cofre de malos modos, la violó y la abandonó en una playa plagada de escombros.
Europa vagó por aquel paraje desolado mucho tiempo. En ocasiones Zeus regresaba para saciarse con sus carnes, cada vez más escasas. Las visitas se fueron espaciando a la par que la hermosura de Europa se perdía con cada marea.
Cuando la muchacha creyó que habían acabado sus desgracias aparecieron los buitres. Pasaba las noches en vela, porque los pajarracos nunca descansaban. Al amanecer la atacaban sin piedad, aunque intentaba espantarlos agitando sus brazos con algunas ramas secas. En poco tiempo los carroñeros tomaron confianza pues intuyeron que a aquella chiquilla famélica apenas le quedaban fuerzas para resistir y redoblaron sus acometidas hasta que la hicieron claudicar. El festín fue escaso, no quedaba mucho en donde clavar el pico.
 Hoy Europa es un saco de huesos que corona una montaña de despojos. Desde esa última atalaya nos enseña, sin palabras, que la historia se repite por más que creamos evolucionar.
 
Víctor M. Jiménez Andrada
Publicado en Ciento Volando n. 2
Pintura: El rapto de Europa. Rembrandt