Animadora

Sonríe a todo el mundo, juega con los niños, entretiene a los adultos y baila con los abuelos. Contagia de alegría lo que toca. Hoy no parece diferente a ayer, aunque su novio la ha dejado, no tiene perspectivas después del verano, le han bajado el sueldo, a su madre le han diagnosticado cáncer y tiene la regla. Y todo en la misma semana.
 
Víctor M. Jiménez Andrada
Publicado en AVP, 28/ene/2013

Cosas que he soportado y que ya no soporto

Me asquean los que van por la vida con la falsa modestia por bandera. A estos personajes se les ve llegar a la legua, con el rostro compungido y el paso lento, como si estuvieran caminando sobre un lodazal, mendigando caricias en el lomo por cualquier mano que se preste a ello.

En el otro extremo están los que piensan que son el ombligo del mundo, aquellos que creen que como lo suyo no hay nada, que se alimentan de criticar constantemente lo que los demás hacen, porque no hay quien les quite de la cabeza que son los únicos que están en posesión de la verdad. No hay forma de que vean su reflejo en los espejos que, con buena voluntad y pocos resultados, alguno intenta ponerles delante de las narices.

Finalmente, están los más peligrosos de todos: los que por un lado van dando lástima y por el otro pretenden imponer sus palabras como si fuera ley.

Una vez conocí a un tipo de estos y tenía las peores cualidades de cada extremo. No tengo que decir que, después de jugar con mi paciencia hasta el agotamiento, las cosas no terminaron demasiado bien.
 
Ahora estoy en un momento en el que paso de las lágrimas de cocodrilo y también de las doctrinas de ignorantes marisabidillas.
  
  

Víctor M. Jiménez Andrada
Publicado en Cáceres en tu Mano, 6/mar/2013
Fuente imagen: http://recursostic.educacion.es/bancoimagenes/web/

Miradas



Me gustaba mirar a las ventanas de mis vecinos sin más intenciones que el entretenimiento y la curiosidad. La muchacha me descubrió, me hizo un gesto obsceno con el dedo corazón y me sacó la lengua. Cerró la persiana con rabia y yo me quedé paralizado mientras un intenso calor se apoderaba de mis mejillas. Desde entonces soy más cuidadoso y solo espío refugiado detrás del visillo, pero ya nadie abre las cortinas. Mucho me temo que se ha extendido mi fama por el barrio.
  
Victor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en AVP, 15/ene/2013
Fuente de la imagen: http://recursostic.educacion.es/bancoimagenes/web/

Camiones de la basura

A las dos de la madrugada
los camiones de la basura
fumigan el silencio
con el rugido metálico de sus tripas.

Los contenedores derraman
la fiesta de las margaritas deshojadas,
las fotografías rotas en color sepia
y las barras de carmín vacías.

Antes del amanecer
los camiones vomitan
sobre los residuos
del día anterior
y del anterior
y del anterior
y del
a
n
t
e
r
i
o
r

Los inmensos montones palpitan
y forman un archivo desordenado de recuerdos
donde escarban, sin pudor, los rapsodas.
 
 
Víctor M. Jiménez Andrada
del poemario Versos del Insominio

Reflexiones para viernes de Cuaresma

La visión de la realidad puede no ser muy agradable, pero es tranquilizadora desde el momento que uno sabe en el lugar en el que está. Los velos tienen la virtud de distorsionar o incluso esconder esa realidad. Late entonces la incertidumbre de una esperanza construida sobre los viejos pilares agrietados que alguien puso un día, enmascarándolos como la voluntad de un Dios que solo existe en los libros y en los anhelos de algunos incautos, porque no ha dado sino muestras de su ausencia a lo largo de los siglos.

Me dijeron que un no creyente no tiene esperanza. Curiosamente, cuanto más me alejo de la quimera de un circo montado por unos pocos, más me acerco al ser humano, a la luz de mi verdad y también a la esperanza, que según la RAE, en su primera acepción, es el estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos (sin más intervención sobrenatural ni divina).

Desde la distancia veo la ambición, la corrupción, el poder, la hipocresía y la riqueza manando como ríos podridos en el seno de una iglesia que se ha apartado de lo que mandan las Escrituras, que debían ser, si no me equivoco, un libro de instrucciones para seguir al pie de la letra. Si existiera Jesucristo, cosa que cada vez veo menos probable, bajaría a echar a los mercaderes que han invadido el templo. Mientras tanto, y como han hecho durante siglos, unos cuantos siguen engordando como cerdos y otros lo consienten entre aplausos y golpes de pecho.
 
Víctor M. Jiménez Andrada.
Publicado en Cáceres en tu mano, 26/feb/2013

Dostoyevski



Fiódor Dostoyevski se crió en una familia numerosa. Era el segundo de siete hermanos. Pronto falleció la madre y su padre, médico de profesión, quedó sumido en la depresión y el alcoholismo. Fiódor fue enviado, con dieciocho años, a la Escuela de Ingenieros Militares de San Petersburgo. El tiempo de instrucción se combinaba con largos periodos de ocio en los que el joven Fiódor aprendió a jugar a las cartas. No tardó mucho en abandonar la Escuela para dedicarse al oficio de jugador profesional. Hizo una gran fortuna, pues muchas fueron las ocasiones en las que salió ganador. A veces empleaba trampas tan ingeniosas y eficaces, que jamás nadie sospechó de él. Y así entró en los círculos más selectos del juego, en los que desplumó a los mejores de entonces. Supo retirarse a tiempo y, con el aval de una buena hacienda, se dedicó a escribir. Su escasa obra, insípida y banal, no ha pasado a formar parte de las páginas imprescindibles de la Literatura.
 
  
Víctor M. Jiménez Andrada
Publicado en LB nº. 6