Ecosistema mínimo (XI)

El equilibrio en esta ecuación es el lienzo delicado de tu piel lamido por la brisa. Es la certeza que derrumba los escoyos y despeja incertidumbres. El dorado de arenas lejanas se tatúa en ti cuando la temperatura sube con el vigor de lo nuevo. En ese desierto impenetrable quiero perderme.
   

Binomio causa-efecto

“Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él.”
Primera ley de Newton

Alicia me dice que para escribir un poema tiene que llevar dos copas de más.
Dos copas de más son las marcas que quedan en el asfalto cuando se frena en el límite, y ahí es donde brotan sus versos. Sus versos son endecasílabos mirados a través de una niebla espesa en una madrugada de diciembre.

Distingue en sus palabras el norte de todas las brújulas y ahora espera que me confiese seguidor de la doctrina. -Si me tomo una de esas solo esbozaré disparates -le respondo. Me mira con lástima (o con asco). Tal vez piensa que así nunca aportaré algo digno al anaquel de los inmortales.

He oído hablar de sus famosos banquetes de hongos (alucinógenos, por supuesto) para visitar a la Reina de Corazones. Eso explicaría tantas maravillas en un solo país.

(del libro "El último diente de leche")
  

Ecosistema mínimo (IX)

Llevas el aroma de la tierra mojada clavado en tu sonrisa, la guirnalda de los días de fiesta reflejada en las pupilas y el hechizo de los zarzales en flor ribeteando tu estela. ¿Qué más puedo pedir que tenerte tan próxima?
  


055- Cosas que llevo en el bolsillo

Hay que domar la belleza
de lo salvaje
para servirla en bandeja de plata.

Mi paladar delicado
no soporta las falsas excusas.

Ecosistema mínimo (X)

Es inagotable el manantial. Vendrán otros a beber cuando ni siquiera seamos recuerdo, igual que hacemos nosotros ahora, sin conocer qué huesos hay enterrados bajo el suelo que pisamos.
    

Al pasar la barca

El barquero no cobra
cuando se alimenta
con frutas verdes.

Le gusta escarbar
como gusano húmedo
bajo el tejido de algodón

que oculta el pálpito primero.

Una niña bonita,
que viste de cuero y metal,
azota con un látigo
la espalda del barquero,
hasta que se desmaya
sembrado de heridas.

Cuando despierta,
con gajos de limones
cosidos a los ojos,
no le queda más que un cielo
con estigmas de la tormenta,
huérfanas interrogaciones
flotando en su frente
y los restos de un naufragio
varados en la orilla.

(del libro "El último diente de leche")
 

Over the rainbow

“Follow the Yellow Brick Road”
The Wizard of Oz
  
No hay nada más patético
que los labios de la pequeña
Dorothy Gale pordioseando
favores para los despojos
que recoge por el camino
de las baldosas amarillas.

Ya le dijo el viejo Mago
que él no es una oenegé
ni está para prodigios,
y que para los corazones
y los cerebros
hay casquerías.

Hoy me ha querido canjear
sus famosos chapines de rubíes
por un plato de alubias.

¡Ni agua para la asesina
de la Bruja del Este!

(del libro "El último diente de leche")
  

053- Cosas que llevo en el bolsillo

Poco importan los ecos
contra los muros del cementerio.
El alma viva es la palabra
dispuesta a despegar
desde las páginas olvidadas
de un libro de poemas.

Ecosistema mínimo (VIII)

No averiguarás el motivo de mis palabras. Esa facultad solo la tienen las criaturas que habitan en las sombras y tú eres luz. No sufro por ello, tampoco la auroa baila con la luna nueva.
   

Sin remiendos

“Maté siete de un golpe”
El sastrecillo valiente. Hermanos Grimm 
     
De tanto cortar trajes,
de dar puntadas al aire
y de hablar por hablar,
me veo sobre un caballo
en busca de gigantes.

Como el sabio postuló:
“Un hombre es esclavo
de sus palabras”.

Con el lastre de la imprudencia
amarrado a mis tobillos
-y sin dedal que me proteja-
aspiro a conmemorado
por la estatua del soldado
desconocido
que enmohece en el rincón
menos transitado del parque.

Si el minutero viajara
en sentido inverso
aprendería a morderme
la lengua,

pero no hay remiendo
que cubra este roto.


(del libro "El último diente de leche")

 

052- Cosas que llevo en el bolsillo

Portar una bandeja
con copas de cirstal
y los ojos vendados
sobre alambre de funámbulo,
    
llegar al otro extremo
sin romper los lazos
es arte
al que no aspiro.

Críticas

Dicen que está muy bien que hablen de uno aunque sea mal. Tomar la bofetada como elogio, además de un buen ejercicio de autocontrol, dignifica al abofeteado de alguna manera. Hay que aceptar la crítica, aunque no sea constructiva y detrás de las palabras exista un colmillo retorcido clavándose en lo más profundo de la carne.

Bueno, esto en teoría, porque la realidad es otra, y aunque el rostro parezca impasible ante unas frases que aguijonean la lógica, todos tenemos un "corazoncito" que sufre en silencio el flajelo cruel de quien no pone sino mala fe en su oficio, que más bien parece el del verdugo.

A veces uno hace un trabajo del que se siente especialmente orgulloso, y hablo de la edición de un libro. Un trabajo en el que, además de dinero y esfuerzo, se deposita toda la ilusión y mucho, muchísimo tiempo. Entonces, cuando los elogios llueven por todos sitios ante el resultado esperado, salta, como una garrapata sobre la piel inocente, la aguda crítica disfrazada de bondad: todo un desfile de buenas palabras para el autor y para la obra durante varios párrafos y, al final, cuando parece que se ha superado la prueba de fuego, llega la bofetada en dos o tres frases.

Una bofetada de esas a traición, como sin querer, escudándose en la opinión personal, en el "para mí mejor hubiera sido que...", hasta llegar a desarmar la edición salvando, eso sí, obra y autor. Nace en mi cabeza la pregunta que me gustaría plantear: ¿Qué hubiera sido de esa obra si no se hubiera apostado por su edición? Tal vez nunca hubiera estado en las manos teñidas de odio que, después de todo, han pasado sus páginas con cierto placer, porque no hubiera existido más que en ese cajón donde los escritores guardan lo inédito.

Lejos de valorar otras cuestiones personales, me planteo también cómo criticar al crítico cuando uno conoce la injusticia de sus palabras, cuando sabe que detrás de su máscara de hormigón hay un nido de frustraciones personales que le piden carnaza. Después de todo, creo que llegado a este punto, es mejor mantenerse en silencio, creer en el trabajo realizado y hacer bandera de ese principio que dice que es mejor que hablen de uno aunque sea mal.
   

Ecosistema mínimo (VII)

Temo el verso del loco que profetiza tempestades, el verso escrito en la cara oculta de la luna, el que desvela sin metáforas la sed perenne que me persigue en esta soledad vestida de domingo.
   

Las ventajas de salir con una bruja

1

La bruja cultiva racimos
de besos negados en labios
que el calor prometen
de la marmita.

La magia es el desamor
que late en sus vísceras
y la tristeza dibujada
por el índice de un niño,
que alguna vez fui yo.
La conocí en un tiempo dichoso,
cuando llamaba fe a mi ignorancia.

Huí.

Más tarde supe que el oasis
que creía habitar
era un desierto rodeado
de nieves eternas.
Entonces la busqué
o tal vez ella me encontró.

2

Esta noche hemos quedado
para hilvanar augurios
en el viento,
bailar desnudos por los laberintos,
bebernos a tragos el zumo
de los relojes
y levantarle las enaguas
a esa luna tímida
que sonríe desde la estación
en la que el último tren
aguarda.
No hay nada como volver
a casa en escoba.



(del libro "El último diente de leche") 


Juegos de un niño de barrio.

El hoy fugaz es tenue y es eterno”
Jorge Luis Borges
En aquel tiempo del polvo de tiza
y de la goma de borrar,
romper los pantalones
por las rodillas
era la hecatombe
tras la batalla.
El Alto Mando
prefería la sangre
a la tela rasgada.

Entonces las pedradas eran bromas,
las espadas ramitas de árbol nuevo
y medallas los puntos de sutura.
Los acuerdos de tregua
sabían a chocolatinas.

Hoy, sobre pantallas táctiles,
los dedos blancos
      -con destreza de cirujano-
manejan asesinos insaciables.

Yo también maté enemigos
                        (de mentira).



(del libro "El último diente de leche")

Ecosistema mínimo (VI)

Un rayo de sol atraviesa las copas de los árboles para hilvanar el polvo que desprenden los libros de historia, aquellos que se escriben con la tinta anónima de nuestras vidas. Un poco más allá, tus labios entreabiertos auguran el dulzor inalcanzable de las cerezas. Con esa estampa acuño mis monedas, las que usaré en el futuro para pagar el peaje terrible de la ausencia.
 

Ecosistema mínimo (V)

Soy el liquen que aguarda paciente el regalo de la gota que pintará de verde mi fachada, para engalanarme al paso de tu fulgor. Tal vez solo aspiro a un roce de tus dedos en un amago de caricia, pero mi destino es otro: pasar inadvertido en este rincón del jardín que compartimos por casualidad.
  

Regreso a Ítaca

Regreso a Ítaca,
Penélope me espera
con la mirada llena
de manzanas maduras.

Nos fundimos en un abrazo
de hojarasca y licor añejo.
Atrás quedan los cantos de sirena
y los desvelos en las madrugadas.

(A María)

Ecosistema mínimo (IV)

Nunca coleccioné mariposas; no soporto la quietud de unas alas muertas. Me gusta verlas volar, aunque sea lejos de mí, salpicando con sus colores el aire denso de esta primavera que ya escribe su epitafio.
   
 

Ecosistema mínimo (III)

El rubor de la tarde se prende en las mejillas para delatar lo inexplicable. A veces un poema gusta y no sabemos el porqué, ni tampoco hace falta conocer qué provoca la fuerza descomunal de una semilla. Es muy dulce la sensación de mis pies tambaleándose cuando imagino que me miras.
   
 

049-Cosas que llevo en el bolsillo

Salir de mí,
introducirme en tus ojos,
para mirarme de frente
y saber cómo me ves.

No te preocupes,
contra el mal de la sorpresa
estoy vacunado.

Ecosistema mínimo (II)

Me sumerjo en este fragmento que lo es todo en el instante. Una porción mínima del ecosistema que te envuelve con la fragilidad de la telaraña. No hay nada más allá de ese recodo del camino. Nosotros en un ahora que sabemos finito. Nosotros, en un ahora que ni siquiera será evocación.
 

048-Cosas que llevo en el bolsillo

Flor a pie del camino,
polvorienta y pisoteada,
bella frente a la rosa
que languidece tras el muro del jardín.

Ecosistema mínimo (I)

Mis ojos se nutren con la belleza de la libélula que juega en la ribera espumosa de los sueños. La magia está en no acercar los dedos manchados con la tinta del reloj. Solo hay que contemplar desde este rincón clandestino que aspira a santuario. Solo contemplar me permito para no espantar tanta luz que desprenden las gotas de agua que perlan tu desnudez. Desde aquí te escribo un verso, quizás el último, con el deseo del suicida que se asoma al precipicio.