Mi silencio es la respuesta, porque no voy a tentar a la pregunta
impertinente. Sí, tal vez lleve algunos secretos cosidos en mi
camisa, pero ¿a quién le importa? La verdad es este momento tan
lleno de luz, junto al río. La verdad eres tú fundiéndote en el
paisaje ante mis instintos caníbales.
Cuento de Navidad
El señor Scrooge se despierta con una horrible taquicardia y el sabor ácido de las pesadillas pegado al paladar: “Una mala digestión la tiene cualquiera”, se dice.
A la luz del día, los fantasmas de la madrugada forman una niebla que se deshace con los dedos. La conciencia agitada se serena y vuelve al dique cuando comprueba las cuentas de activo en el balance.
Seamos sinceros: miles de señores Scrooge se pasean cada Navidad, con las barrigas repletas, sobre una alfombra de desdicha.
NOS importa un comino la cartografía de las desembocaduras y la soledad de los funerales.
A la luz del día, los fantasmas de la madrugada forman una niebla que se deshace con los dedos. La conciencia agitada se serena y vuelve al dique cuando comprueba las cuentas de activo en el balance.
Seamos sinceros: miles de señores Scrooge se pasean cada Navidad, con las barrigas repletas, sobre una alfombra de desdicha.
NOS importa un comino la cartografía de las desembocaduras y la soledad de los funerales.
Nueva vida
Tiene quince años. Rebosa vida. Sale de la ducha muy perfumado. Se viste con su ropa nueva. Ha quedado con ella. Es la primera vez. Se marcha de casa.
En un rincón de la habitación, el viejo osito Teddy llora desconsolado y grita: —¡Adúltero!
En un rincón de la habitación, el viejo osito Teddy llora desconsolado y grita: —¡Adúltero!
063-Cosas que llevo en el bolsillo
Saben a sal las lágrimas
para que nos cosamos a la solapa
la inmensidad e una tristeza
surcada por minúsculos veleros.
para que nos cosamos a la solapa
la inmensidad e una tristeza
surcada por minúsculos veleros.
Ecosistema mínimo (XVIII)
Tu risa es la aldaba que despierta a las corolas que habitan en el lecho de espinos. Desconozco cómo he llegado hasta aquí, pero no quiero marcharme. La vida tiene estos momentos irrepetibles y efímeros que hacen que todo tenga sentido bajo un cielo de moras. El rumor del riachuelo seguirá aquí cuando ya no estemos, igual que tú en mí, a pesar de esta condena de líneas paralelas.
El corazón de la crisálida
En el ocaso de la primavera
el caballito de cartón se quema
en el fuego de unos labios
que mancillan la inocencia.
En el estertor de las horas
se cobijan muñecas viejas,
apartándose de la mansedumbre
de un candor fingido.
Los juguetes de cuerda
paran sus corazones
y claudican sin resistencia
ante el inminente cataclismo.
El humo eclipsará
el brillo del arcoíris
cuando el trémulo aleteo
despierte al día.
Se vaticina la metamorfosis
bajo el caparazón de la crisálida.
el caballito de cartón se quema
en el fuego de unos labios
que mancillan la inocencia.
En el estertor de las horas
se cobijan muñecas viejas,
apartándose de la mansedumbre
de un candor fingido.
Los juguetes de cuerda
paran sus corazones
y claudican sin resistencia
ante el inminente cataclismo.
El humo eclipsará
el brillo del arcoíris
cuando el trémulo aleteo
despierte al día.
Se vaticina la metamorfosis
bajo el caparazón de la crisálida.
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