Las canicas

Las canicas rodando por el suelo rompen el silencio de la hora de la siesta y los nervios del vecino de abajo.

Es algo que ocurre, como un accidente inevitable, en el cogollo de las tardes de verano.

No hay mano que abarque tantas esferitas de cristal, ni pecho que resista la inocencia.

Desconocimiento

Yo no sabía
que un molinillo de papel,
si está bien afilado, es mortal
para un corazón
tallado en piedra;
y tampoco sabía
que grapando las lágrimas
                       aflora un océano.