El otro día estuve viendo un programa de televisión en el que personas con muy alto poder adquisitivo hablaban de sus “caprichos”. Allí se podía ver de todo, desde tratamientos de belleza con oro, vestidos de alta costura para perros, licores y vinos con precios prohibitivos, restaurantes carísimos, fiestas impresionantes... Todo lo que se pueda imaginar. Eso sin entrar en otras cosas como viviendas y coches de lujo. Algunos habían llegado a ese nivel gracias a su trabajo y esfuerzo y otros habían nacido ya en ese círculo privilegiado. Cuando el periodista entrevistaba a alguna de estas personas, no podía evitar cierto ¿asco? No sé como llamarlo. Tanta frivolidad, tanto derroche y tanto desequilibrio en un mundo como el actual es doloroso. Me quedé indignado y me fui a la cama con un mal sabor de boca. Pero luego reflexioné: ¿Cómo miraría una familia de África, de América Latina o de la zona más pobre de Asia a una familia media española o europea? Es fácil averiguar que sentirían lo m...