Zeus era un tipo sin escrúpulos que vivía de la sangre de los demás. Su mirada de tiburón provocaba el pánico allá donde se posaba. Un buen día se sintió atraído por las carnes prietas de una muchacha llamada Europa. La chiquilla era algo ingenua, o más bien un poco tonta, y se dejó embaucar por las lisonjas que se vertían de los labios aparentemente mansos de Zeus que, transformado en un joven encantador de sonrisa perfecta y traje de chaqueta, le ofreció viajar a sitios extraordinarios. Europa, deslumbrada por la belleza, animada por sus amigas y enamorada como una estúpida, se fue a su casa deprisa y guardó en un cofre todo el oro que tenía para marcharse a recorrer el mundo con su nuevo amigo. Ignoró los consejos de su padre y las lágrimas de su madre, que no se fiaban de aquellas promesas escritas en el aire con tinta transparente. Zeus se la llevó muy lejos, a una isla apartada, y una vez allí, le arrebató el cofre de malos modos, la violó y la abandonó en una p...