Todo sería más sencillo sin dar tantas vueltas: hacer solo lo imprescindible, disfrutar de las carteleras y evitar levantar la alfombra. Pero me aburriría hasta lo insoportable porque necesito el combustible de las interrogaciones.
La pintura roja no es sangre, aunque la simula en el lienzo. Un poema no es una emoción sino el eco de un latido que hay que interpretar con diferentes instrumentos sobre una partitura de niebla.
Dejo una marca en la piedra, apenas un arañazo entre un montón de estrías profundas. Pronuncio mi nombre en voz alta, como el que dice la palabra mágica que abre las puertas del Paraíso, pero sin fe.