El destino de todo cerdo

“Timeo Danaos
et dona ferentes”
Eneida. Virgilio

Los cerdos se observan satisfechos:
¡el banquete está servido!

No perciben que la guarida
es un cebadero sin puertas.

Mientras devoran,
ungidos por la gula,
el lobo cuenta los días que faltan
para celebrar San Martín.

065-Cosas que llevo en el bolsillo

No nos vamos a engañar: 

          Tras aquella duna enorme
          no hay oasis
solo arena candente
como preludio de otras dunas.

Ecosistema mínimo (XX)

El agua moldea a la roca a su capricho. Tal vez mis palabras necesiten hacer lo mismo contigo. De momento guardaré este pétalo adolescente que me ha regalado una margarita, para cuando el olvido me asedie con su guadaña de óxido.

Escribiendo poesía en el país de los imbéciles

Comienzo este año 2018 con una lectura que me hace sentir doblemente afortunado. Por un lado, saboreo la suerte de haber dado con un libro realmente bueno —no hay mejor forma de empezar, desde luego—, y por otro lado, la fortuna de conocer personalmente a su autor.

José Manuel Díez es de estos seres humanos que impreganan con su magia todo lo que tocan. No hace mucho disfruté de su música con el espectáculo "La semilla", ahora lo hago con su último libro publicado por Hiperión, "El país de los imbéciles", ganador, además, del XXXIII Premio Jaén de Poesía.



El libro se divide en dos partes, una primera titulada "Los dioses del instante", encabezamiento que da pie a una serie de poemas que hablan del oficio del poeta, de su soledad, de las preguntas eternas, de la esperanza que teje, de cierto deseo de inmortalidad —quizás a través de la perduración de la obra—, de lo efímero como contrapunto, del miedo y la forma de vencerlo, de la humildad más absoluta para abrazar el arte, de la hermosura de la miseria, de la complejidad de vivir de frente y del dilema de las encrucijadas. Al poco de empezar la lectura, uno se da de frente con el poema "Imagina un caballo", todo un alarde estético y didáctico sobre lo que es, en realidad, la poesía. Juega el autor con dos conceptos que desgrana durante toda la obra: los poemas que nacen de viajes y los poemas que nacen de recuerdos. Un ejemplo de poema que nace de viajes lo apreciamos en "Memoria del trópico", el poeta está en fusión con el entorno para serlo todo, incluyendo también los matices negativos, pero a la vez es un poema de recuerdo cuando llega al lector y ahí está precisamente la grandeza, en la posibilidad de cambiar de perspectiva con un simple parpadeo. Hay, en esta primera parte, un díptico sobre la muerte, tema también imperecedero, que da dos visiones diferentes: la muerte de un poeta querido (Miguel Ángel Velasco) y "Tragedia", un poema conmovedor en el que el autor desgrana lo que para él es lo más doloroso, que no es otra cosa que perder a los seres queridos, descartando como tragedia la pérdida de la propia vida. El amor, otro de los temas recurrentes en los poetas de todos los tiempos, aparece en "Taller y símbolo", en sus versos se funden también dos artes, la pintura y la literatura, oficio de sus protagonistas. "Una oda" es un poema con clara vocación de "recuerdo", se llega a respirar el ambiente de los viejos ultramarinos de barrio que conocimos en las décadas pasadas, tiendas de las que ya quedan pocas repartidas por la geografía, cada vez más despiadada, de las ciudades. En esta parte el poeta aspira a ser, de alguna manera, un dios, pero un dios del instante, de la efervescencia efímera, y así lo vemos en el poema "Deus ex machina".

La segunda parte se titula como el libro, "El país de los imbéciles", y va encabezada por la cita de Roberto Bolaño que me permito aplicar también como título de esta reseña: "Escribiendo poesía en el país de los imbéciles". Y es que esta es la heroicidad del poeta, escribir a pesar de todo, a pesar de la estupidez, de los abusos —el poema "Los nombres de Sara" es desgarrador—, del amor —que puede ser tan necesario como atroz—, de los derrotados y de los vencedores, de la guerra, del llanto que un hombre derrama en su cautiverio, de la extrañeza... escribir a pesar de todo. Y así lo hace José Manuel Díez, que se enfrenta a la actitud de los necios, que pone el dedo en la llaga sin maldad pero con firmeza, con valentía y sinceridad, sin importar el daño que le puedan hacer aquellos que golpean el oficio del poeta, y logra transformarse, como él mismo dice, en "pandereta" y en "trapo tendido". Y lo hace puliendo cada verso, con una técnica y un ritmo que no oculta su oficio de músico y su vocación de lector incombustible.
"El país de los imbéciles" es , como he dicho al principio, la mejor opción que he tenido de inaugurar mi año de lecturas.

064-Cosas que llevo en el bolsillo

Llega un momento
en el que el barco parte
y como idiota
me quedo en el puerto
con un pasaje en el bolsillo
que no supe interpretar.