Animaladas

Programaron su ejecución para primera hora de la tarde. Lo arrancaron de su encierro. Había mucha gente y un ruido ensordecedor. Sintió miedo, no sabía a qué se enfrentaba y se defendió como pudo. Quince minutos más tarde, un mamarracho disfrazado con un ceñido traje de lentejuelas le reventaba las entrañas con un estoque. Lo último que pudo oír, fueron aplausos.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

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