El aprendiz


Quizás fui muy ingenuo y no supe leer en sus ojos lo que sus labios callaban. Creía entonces que el arte de amar se practicaba de forma superficial, como una capa de pintura ligera. No imaginaba que lo que se podía ver solo era la punta del iceberg y que la porción más grande y peligrosa quedaba siempre oculta.
Años más tarde interpretaba, sin mucha dificultad, el lenguaje que se expresa sin palabras, pero entonces no era más que un mal alumno de primero de amores.
No llegué a licenciarme. Algunas disciplinas me resultaron imposibles y eso que me convalidaron varias asignaturas con la práctica de relaciones esporádicas de una sola noche. Mi deseo de convertirme en maestro quedó enterrado en el cajón de los sueños utópicos. Ahora ejerzo por mi cuenta como profesional autodidacta.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
publicado en Letras Breves n. 2 (enero-marzo 2011)

Ilustración: Sin sueño
Man Yu Fung

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