El comprador de almas


El anciano estaba sentado en un banco del parque. A su lado había varios objetos de segunda mano expuestos sobre una toalla vieja. Me llamó la atención un cartel que anunciaba con mala caligrafía: “Se vende disco duro de 320 Gb”. Me acerqué, no sé muy bien porqué, y pregunté el precio. Por quince euros me llevé el aparato a casa. Mi sorpresa fue mayúscula cuando comprobé que el disco no estaba formateado y ante mí aparecieron los cientos de datos que contenía. Me sentí como el diablo cuando le venden un alma.
  
Víctor M. Jiménez Andrada
Publicado en Avuelapluma 28/5/2012
Ilustración: Conexión. José Luis Rodríguez Yaiba

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