Qué no es escribir un libro

Escribo desde niño. Es algo inevitable que siempre me ha acompañado. Tengo, digámoslo así, la semilla necesaria en el interior (que, por otro lado, no vale de nada si no se cultiva). En todo este trayecto, como bien se pueden imaginar, se intercalan temporadas en las que no construyo una sola línea con otras temporadas en las que escribo a diario.
Hace muchos años, se me ocurrió mirar toda mi producción y me quedé maravillado: había muchas páginas. La cosa olía a algo grande. Comencé a recopilar cuentos en el procesador de texto y a ponerlos unos detrás de otros. Cuando llegué a unas cien páginas, me preparé un índice, cambié el formato de impresión y el tamaño de la letra (con lo que el volumen se incrementó notablemente). Le coloqué un título que debió parecerme magnífico y del que afortunadamente no me acuerdo, y después lo imprimí. Ya tenía escrito mi primer libro. Podía llamar a todos mis amigos y familiares y darles la gran noticia. Además la tarea me había parecido muy sencilla, casi banal. A este ritmo, pensé, puedo escribir varios libros en un año.
Nada más lejos de la realidad. Aquellos textos estaban en bruto, tal y como los había perpetrado en su día, no estaban pulidos ni corregidos (más tarde supe lo duro y necesario que es este trabajo). Lo que tenía en las manos solo era un montón de cuartillas, encuadernadas en canutillo, con unos bocetos toscos de cuentos plagados de fallos en cada párrafo.
Menos mal que fui prudente y no se me ocurrió divulgar aquella cosa, porque pasado un tiempo —y la fiebre del ego—, volví a leer “la obra” y comprendí mi error.
Reconozco que me sentí un poco decepcionado, pero con aquel primer intento aprendí qué es lo que no hay que hacer.
 
Víctor M. Jiménez Andrada
Publicado en Cáceres en tu mano 16/5/2012

1 comentario:

Alfonso Carabias dijo...

Ya ves cuñao, todos los escritores "famosetes" tienen un comienzo difícil...

Saludos.