Olor a rancio



Ya en mi época de adolescente no nos decían eso de: “no te toques o te quedarás ciego”. Pero el eco de aquellas palabras aún flotaba en unos días en los que todos pretendían ser modernos y abiertos a los nuevos tiempos, sin renunciar, por supuesto, al corcho grueso de la moral que los había envuelto durante años. El resultado era tan lamentable como intentar cubrir con una tela impecable un trozo de tocino rancio, creyendo eso suficiente para disimular el olor.

Una de las cosas más ridículas que nos aconteció fueron ciertas charlas de un profesor que insistía en hacernos ver que en un grupo de muchachos —el colegio era solo de chicos— entre los catorce y los quince años, al menos había dos pervertidos que pensaban en mujeres con intenciones deshonestas. Decía saber esto porque Dios se lo susurraba al oído. Nosotros nos limitábamos a intercambiar miradas cómplices y risitas ahogadas.

Estaba muy claro que Dios era mal contable, o al menos ese Dios que se dedicaba a difundir datos estadísticos sobre infractores morales, porque entre cincuenta adolescentes con las hormonas en plena ebullición, lo extraño hubiera sido que la cifra bajara del cien por cien.

Esto que cuento es solo un ejemplo de los acontecimientos extraños que se daban en esos días y que hoy sirven para alimentar las conversaciones sobre el pasado con un rico y divertido anecdotario.


Víctor M. Jiménez Andrada
Publicado en Cáceres en tu mano, 18/3/2013
Fuente de la imagen: http://recursostic.educacion.es/bancoimagenes/web/
 

1 comentario:

Alfonso Carabias dijo...

Probablemente pueda haber existido o exista un Dios, pero es evidente que el club de fans no esta muy bien regentado, y eso se lo deberia hacer mirar.

Un saludo cuñao.