Traición

Según dictaminó el juez, había cometido un acto de terrorismo sin precedentes. Aquella traición se pagaba con la vida. Hasta que llegó el día de la ejecución, sufrió torturas terribles, pero le consolaba saber que las consecuencias de sus actos eran irreversibles y que aquellos tiranos tenían los días contados, aunque él no estuviera para verlo. Muchos intentaron visitarle, pero los guardias no consintieron otra presencia allí que la del capellán de la prisión. La orden de aislamiento era estricta. El día señalado, se llegó a concentrar tanta gente a las puertas del penal que el ejército, aún empleándose a fondo, no consiguió disolverlos. Se cumplió la sentencia poco después del amanecer, pero para entonces y gracias a su labor, los hijos de los esclavos sabían leer.

 
Víctor M. Jiménez Andrada
publicado en “Comidas para llevar”, Ed. Rumorvisual, 2011 




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