Mezcló en una batidora:
la pelota desinflada, una navaja con sangre, el
rosario de la primera comunión, un libro con tapas
mohosas, un bote de purpurina, el pañuelo de los
días de luto, el reloj de arena de los duendes y una
pila gastada.
Le pareció que aquello estaba bien y, para ser fiel a
sus principios, se ahorcó con la misma comba con
la que jugaba de niña.
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