El pastelero del crepúsculo caza ángeles extraviados
para arrancarles mechones y cocerlos con azúcar.
Su especialidad es el dulce de hojaldre aderezado
con tatuajes de anhelos, vueltas de hojas y tuercas
de relojes.
En la calle se extiende, como una masa aplastada
por el rodillo implacable, el aroma delicioso del
obrador.
Es fácil caer en las tentaciones cuando se adornan
de crema, chocolate, cerezas confitadas y señales de
prohibido el paso.
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