Mi problema con el patito feo no fue el collar de
complejos que lucía en su cuello de cisne, ni las
llamadas de teléfono a altas horas para escuchar un
manojo de lamentos, ni siquiera que me usara como
espejo mágico para reafirmar los cimientos
estúpidos de su belleza.
Mi problema fue el brillo de sus plumas blancas
deslumbrando mis ojos de topo en mitad de la
noche ¡y eso no hay quien lo soporte!
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