El vendedor de sombras
El vendedor de sombras es un tipo silencioso que está curtido por el sol de muchos veranos y por la brisa que siempre sopla cálida en el rincón que ocupa. Se llama Antonio, como su padre y como se llamaba su abuelo, pero a él le dicen Toñito y así nadie los confunde. Está soltero, aunque pasa de los treinta y cinco. Hace tiempo tuvo una novia, Paquita.
Paqui es la hija de Francisco, dueño del kiosco del barrio y muy conocido porque cada noche cantaba flamenco por las tascas frecuentadas por los turistas. Currito el Grillo, le decían. Atiende a ese nombre aún hoy, cuando alguno de los de entonces le llama así.
Toñito se enfadó con Paqui o más bien fue Paqui quien buscó la excusa para dejarle. Estaba harta del oficio que él tenía. Ser vendedor de sombras le ponía en la bandeja de sus ojos los mejores cuerpos de mujer y ella, que siempre estuvo entrada en carnes, odiaba cualquier tipo de comparación. Aunque Toñito no le había dado nunca pie a ello, ella rompió la relación por puros celos.
Desde entonces, Toñito solo se consuela imaginando amores con turistas con las que no acierta a entenderse más que para cobrarles el precio de la sombra.
Luego, por las noches, recorre las tabernas con Currito el Grillo, que a cada chato de vino se lamenta del carácter de su hija, porque en el fondo, Toñito siempre le pareció buena gente para su niña. Los dos terminan bastante borrachos cuando cierra el último garito. Toñito acompaña a su amigo a casa, después se va a la playa en la que vende sombras y se acuesta en una tumbona mientras le ilumina el reflejo de la luna y de las últimas luces del paseo marítimo. Sabe que esas sombras de la noche no valen nada, ni a nadie se le ha ocurrido nunca comprarlas. La sombra más valiosa es la que nace a las once de la mañana.
A Toñito muchas veces le despierta la primera luz del día y el graznido estridente de las gaviotas. Entonces vuelve a su casa a darse una ducha y a tomarse un café bien cargado. Se cambia de ropa y regresa a la playa antes de que los primeros visitantes acudan a disfrutar del día.
Fotografía Sgrunden en Pixabay
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