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Mostrando entradas de octubre, 2010

Pasen y vean: el espectáculo de la mina San José

Creo que el título que he elegido para estas líneas puede llamar la atención. No quiero, ni mucho menos frivolizar con un hecho que, afortunadamente, ha terminado de la mejor forma posible, es decir, con el rescate de los 33 mineros que llevaban enterrados casi setenta días a 700 metros de profundidad. Pero tampoco me puedo mantener ajeno al inmenso despliegue mediático que se ha levantado a raíz del accidente. Por desgracias, hechos como éste ocurren con frecuencia, aunque son muchas las ocasiones en las que el silencio más absoluto, por los intereses de los de siempre, preceden a desenlaces menos felices. Leo en los diarios que la cifra de periodistas ronda entre 1.600 y 2.000. Se han desplegado en la zona más de 350 medios de comunicación de 33 países. Parece que se han empeñado en televisar, radiar, fotografiar y escribir cada detalle, cada mínimo gesto, cada lágrima, cada rezo... para luego servirlo en bandeja a unos espectadores ávidos de emociones fuertes. Es lamentable que se h...

Efectos secundarios

Sonó el teléfono en el momento justo. Dudó, pero ante la insistencia, atendió la llamada. — Le informamos de nuestra nueva oferta para conectarse a internet —la voz impersonal de la grabación se clavó en su oído. Colgó con furia. Cuando volvió a por la cuchilla, se le habían quitado las intenciones de suicidarse. Víctor Manuel Jiménez Andrada Publicado en Avuelapluma (20/sep/2010)

El eterno retorno de las cosas

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El viento mece los juncos cuando el día envejece en un cielo sembrado de naranjas. El sol agoniza en el horizonte y refleja su último aliento en las aguas metálicas. El final es un comienzo y la muerte pare el reino de la luna. Palpitamos en un ciclo infinito en el que somos lo simple, pequeñas partículas que se arrastran al antojo de los elementos. Víctor Manuel Jiménez Andrada Poema publicado en Ars et Sapientia nº.32-agosto 2010

Lecciones de política exterior en la barra de un bar

Me espanta la frivolidad con la que nos referimos, en muchas ocasiones, a nuestros semejantes. Hoy es domingo por la mañana, hace una temperatura muy agradable y las nubes, mansas y ligeras, cruzan un cielo en el que predomina el azul. Parece mentira que tan solo tres días atrás, Cáceres se hubiera convertido en un caos provocado por unta tremenda tormenta como nadie, ni los más viejos, recuerdan. Decido dar un paseo y visito la Fundación Helga de Alvear —aprovecho estas líneas para invitar a todo el mundo a que conozca este sitio —. Cuando salgo es la una y cuarto, una hora ideal para tomar el aperitivo. Me dirijo a una céntrica y concurrida cafetería. Mientras me sirven una cerveza, muy bien tirada, no puedo evitar escuchar la conversación que dos hombres mantienen a mi lado: “Si son polacos no, tampoco los checos, pero a los moros, los rusos y los sudamericanos se les puede echar sin problemas”. “Es que esto es un coladero, no se puede dar cobijo a tanto vago y a tanto delincuente”....

El pozo

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No tengo fuerzas para salir del pozo en el que cayó mi sombra. Mis manos resbalan en el fango viscoso de las paredes. Me ahoga una espiral de vapores letales. Me hundo sin el amparo de una s o g a Víctor Manuel Jiménez Andrada Poema publicado en Ars et Sapientia nº.32-agosto 2010