El beso de las sombras


La mañana de otoño regalaba un cielo de mullidas nubes blancas. Mis ojos se despegaron del pavimento gris y se inundaron de algodones. Llené mis pulmones de aire fresco y al expirar, los temores huyeron de su encierro.
Cuando perdí de vista mis miedos, comprobé que los pies iban más ligeros. Pero aquello no duró más que un breve instante. Al volver una esquina me esperaba. Apenas me vio, clavó sus uñas afiladas y negras en mi pecho. El dolor casi me hizo desfallecer, aunque me mantuve en pie. Quise atraparlo, pero se desvaneció como una bruma liviana.
Seguí mi camino con tristeza. Sabía que aquel encuentro me había infectado el corazón de sombras. Llegué a mi casa con dificultad. Mis pasos lentos desangraban el ánimo y secaban las esperanzas.
Me dejé vencer y pronto las lágrimas empaparon los algodones hospedados en mi mirada. Aquel día aprendí el significado escondido de varias palabras.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en Letras Breves n.1 (oct-dic 2010)

Ilustración: Los gozos y las sombras
Lidia Susana Kalibatas

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