A la cola


El tipo se puso a mi lado. Era un hombre mayor, de algo más de ochenta años, con buena presencia y bastante alto. Al principio pensé que estaba buscando a alguien, pero cuando empezó a hacerse el despistado me di cuenta de sus intenciones. Yo estaba en la cola, como todo el mundo. Había pedido la vez e iba detrás de una señora. Creí que lo mejor era callarme. “Que más da” me dije. Pero luego, y pensándolo mejor, no quise que me tomara el pelo. “Oiga, ¿ha pedido usted la vez?” Le dije. “¿Dónde se pide?” Me contestó. “Al final de la cola, no aquí.” Respondí enfadado. “Ah, pues como he visto a unos que se estaban colando, he creído que cada cual se pone dónde quiere.” Dicho esto se quedó tan fresco. “Está portándose usted sin educación ninguna”. Le repliqué correctamente aunque elevando el tono de mi voz. El tipo nada, ni inmutarse. Siguió a lo suyo, pero al menos no me quedé con las ganas de ponerle la cara colorada y eso que el mármol no cambia de color. Cinco minutos más tarde, parece que se cansó de esperar y diciéndome con malas formas “aquí le dejo a usted todo el sitio”, se marchó seguramente para seguir avanzando posiciones de forma poco ética.
Víctor Manuel Jiménez Andrada
publicado en digitalextremadura.com

Ilustración: Cola del pan. Jordi Joan

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