Perder un poco de tiempo no es tiempo perdido


X era buen trabajador, pero su despacho daba a una concurrida calle y no podía evitar, de vez en cuando, asomarse a la ventana para ver la vida pasar.

Una mañana de lunes, el jefe de X, que estaba siempre pendiente de todo menos de lo realmente importante, lo pescó mirando por la ventana. Al día siguiente X contempló con horror que habían tabicado su mirada al mundo.

Desde entonces, cuando necesita una pausa, se cuelga de un pensamiento e imagina la calle. Muchas veces sube tan alto que cuando quiere regresar es hora de marcharse. El jefe, cuando pasa por la puerta del despacho de X, observa con satisfacción su mirada perdida. El muy ingenuo cree que está quebrándose la cabeza con los complicados cálculos de algún balance.


Víctor M. Jiménez Andrada
publicado en Cáceres en tu mano, 18/10/2011
Ilustración: Laura Vázquez Pinteño. El tiempo en sus manos

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