Parece que va a hacer la compra. Pasea con un carro por el parque, como si estuviera muy atareada. Va hablando sola, igual que aquellos que ahora llevan el manos-libres en el móvil, pero no hay que ser muy listo para saber que la mujer habla consigo misma, en susurros que apenas pueden oírse. Luego uno mira el reloj y se da cuenta que a la hora que está en la calle los comercios tienen sus puertas cerradas. Solo hay que observar un poco, salir de ese interior en el que vamos metidos, para ver que a nuestro alrededor suceden cosas que de alguna manera podemos calificar de extraordinarias. Todo aquello que no sigue el curso de un río que creemos ya marcado nos es extraño, pero la vida está llena de regatos que corren libres, fuera de los cauces que se disponen en el seno de una sociedad “estable”. Supongamos por un segundo que la buena mujer nos mira cuando pasamos junto a ella. Supongamos que nos habla, que nos pregunta algo, que nos sonríe con simpatía. El cauce que nos lleva por aguas...