Largas tardes de sábado

Cuántas tardes de sábado, con ojos de niño, perdí mirando las nubes, jugando a adivinar formas, mientras la hierba albergaba mi cuerpo de chiquillo y mi alma de poeta. Cuántas tardes de sábado, mientras veía antiguas películas, soñé contigo. Cuántas noches de sábado, y antes de conocerte aún, sabía de tu existencia y de nuestro ineludible encuentro. Cuántas madrugadas de domingo anhelé estar a tu lado. Y ahora que llega la mañana, vuelvo a mirar las nubes con ojos de niño.
    
Víctor M. Jiménez Andrada
Publicado en LB. nº. 4

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