Ecosistema mínimo (I)

Mis ojos se nutren con la belleza de la libélula que juega en la ribera espumosa de los sueños. La magia está en no acercar los dedos manchados con la tinta del reloj. Solo hay que contemplar desde este rincón clandestino que aspira a santuario. Solo contemplar me permito para no espantar tanta luz que desprenden las gotas de agua que perlan tu desnudez. Desde aquí te escribo un verso, quizás el último, con el deseo del suicida que se asoma al precipicio.
   
 

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