Mal presentimiento

    Cuando añadí su número de teléfono a la agenda de mi móvil, tuve la sensación agridulce de un presentimiento extraño. Sabía que no debía hacerlo, que me traería problemas, pero por otro lado, una atracción irremediable palpitaba en mis venas sedientas de emociones nuevas. 
    No sé cuántas veces, a lo largo de los meses siguientes, intercambiamos mensajes y llamadas. Luego siguieron los encuentros clandestinos en los lugares más infames y disparatados.
    Todo acabó cuando debería haber empezado, es decir, cuando mi mujer descubrió sus fotos en mi correo electrónico. Fue una torpeza imperdonable por mi parte.
    Ahora que mi divorcio es un hecho, ella también me ha dejado. Creo que no le interesa un tipo solitario como yo, con poco dinero y menos futuro.

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