Sin querer

    Yo no lo quería matar, ya lo sabes. Ha sido un accidente, solo pretendía que no se metiera debajo del mueble. No por nada, sino porque si se quedaba allí encerrado podía morir de hambre y de sed. Y mira, intentando su bien me lo he cargado.
    Cómo iba a pensar que el palo con el que quise auxiliarlo tenía una púa atravesada. Ha sido también mala suerte, coincidencias terribles que hacen que las cosas terminen en tragedia. Vi que algo iba mal cuando se encogió y lanzó ese chillido agónico que hizo que me recorriera un frío terrible por la nuca. Cómo se retorcía.
    Y lo peor del asunto es que el niño lo ha visto todo. Ahora no me habla y me mira con verdadero pánico, como si fuera un monstruo.

No cometas el error de sacarme de mi error

¿A ti qué más te da
que en el horizonte
vea gigantes
o molinos de viento?

Con el engaño de mis ojos
construyo un poema
para el curtidor de las nubes.

Ya, cuando el camino me acerque,
aceptaré los fallos
en el algoritmo que envuelve
estas palabras;
pero sin prisas,
que tenemos todo el tiempo
para soñar y ser soñados.

Valor

    Al héroe le flaquearon las piernas cuando le sacaron al patio para fusilarlo. Se orinó encima al cubrirle el rostro con una capucha negra. Gimió, lloró y pidió clemencia a gritos antes de que se oyera la orden fatal. Nada de esto se recogió en el parte de aquel día, que se cerró con la frase tantas veces repetida: «El condenado ha fallecido con valentía y honor».
    El sargento y los soldados que formaban el pelotón conocían el rosto de la muerte y el roce helado de sus dedos alrededor del cuello. Nadie se atrevía a jactarse ante un trance así. Con los tiempos que corrían, cualquiera podía ser el siguiente.

Encrucijadas múltiples

(1)

Nos cruzamos con otros caminantes.
¿Hacia dónde van nuestros pasos?
¿Dependen del capricho
de alguna brújula invisible?

Ir adelante no es ir
a un mismo lugar
o no lugar común
        {encrucijadas múltiples}.

(2)

No existen lugares comunes
para las estrellas fugaces
que recorren el cielo
con su estela de oro:
        espectáculo clandestino
        y azaroso deleite
        para los que tenemos,
        a pesar nuestro,
        los pies sobre la tierra.