—¿Qué cara quieres que tenga? ¿No ves que estoy muerta? —dijo la vieja. Eran sus primeras prácticas de la asignatura de Anatomía y lo pasaba mal. Creía oír las voces de los cadáveres. Le hubiera gustado comentarlo con alguno de sus compañeros, pero no se atrevió por miedo a que se rieran de él. Dos meses después, cuando ya había superado aquellos malos tragos, una bala perdida en un tiroteo entre unos delincuentes terminó con su vida. *** —Claro que soy joven, estudiaba primero de Medicina cuando la palmé y ahora no veas lo que me aburro sumergido todo el día en este tanque de formol. Al menos, durante unas horas venís a visitarme... La muchacha pensó que estaba loca. Cada vez que iba a la sala de cadáveres para las prácticas, aquel chico parecía comunicarse con ella de alguna manera. —Eso nos pasa a todos al principio —le dijo el profesor cuando le expuso su problema—. Luego nos acostumbramos y solo atendemos a las voces de los vivos.