El pálpito del castro

Estas piedras de mis ancestros
permanecen en la colina.
Sobre la tierra erosionada
late la Historia (la de siempre).
 
Pasado que regresa
si el canto suave de la brisa
me acaricia con olor a hierba.
 
Una vez por allí corretearon
niños; y las madres lloraron
cuando marcharon a la guerra,
para no volver nunca
o para volver con la inocencia
mordida por la sangre de otro hombre.
 
Tiene el lugar algo de sagrado,
algo de templo,
un vuelo de libélula
más allá de la fe.

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