(1)
La poesía tiene fuertes alas
para volar igual que los vencejos:
sin detenerse casi nunca.
Se alimenta de todas las palabras
que encuentra por los puntos cardinales,
no repara en mezclar cientos de idiomas,
pues su dieta es mestiza.
Atesora el instinto de los nómadas
—tan arcano y tan bello—
para recorrer los cielos del mundo
sin saber qué son las tristes fronteras
que construyen los hombres.
(2)
Los vencejos —¿o he dicho los poemas?—
navegan en los libros más hermosos
sobre océanos de espacio y de tiempo,
también bajo la tierra, en la fibra óptica
que penetra los muros de las casas.
Jamás pueden vivir entre barrotes
{poemas y vencejos}.
Algunas veces hacen una pausa
para anidar en las cabezas fértiles
de los poetas.
Y así se reproducen
en los ciclos eternos de la vida.
Poema vencejo
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