Galones y medallas

Hoy he soñado con un mundo diferente. Era una sociedad en la que no se miraba a las personas por su rango sino por su valía, su compromiso, su esfuerzo y su trabajo. Abundaban las organizaciones en las que primaba el trabajo en equipo bien desarrollado y en las que cada uno de los eslabones eran parte importante de la cadena. Desafortunadamente desperté de mi sueño con el brillo de una vieja medalla, ganada de forma más que dudosa, deslumbrando mis ojos. Una medalla colgada en el pecho de un lagarto que pasa sus días tirado al sol con la barriga bien llena en su reserva de animales protegidos. Me avergoncé de mi propia ingenuidad y me dije: “¿tanto tiempo aquí y todavía no has aprendido las reglas del juego?” En ese momento, unas palabras, desagradables y estridentes, mostraron la ausencia de galones en mi hombro y pararon mis pies, pero no consiguieron enmudecer mi lengua.


Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en digitalextremadura.com

Alexis el águila


Alexis, el águila, se jubiló del trapecio el día que sus manos, agarrotadas por la artrosis, no pudieron con el peso de su cuerpo. Le costó resignarse y se llevó más de un susto cuando, en algún doble mortal, sus dedos no conseguían aferrarse con la firmeza de años atrás. Charles, el viejo jefe de pista y dueño del circo, percibió el problema de Alexis, pero nunca se atrevió a decirle nada. El carácter orgulloso y áspero del trapecista era un muro infranqueable para cualquiera que le llevara la contraria, aunque fuera con buena voluntad.
La vida del circo era dura y Alexis tuvo que ejercer otros oficios para subsistir. Durante una temporada se encargó de la taquilla, pero discutía constantemente con los clientes. Una calurosa tarde de junio, dejó la venta de entradas para liarse a golpes con un tipo tan violento como él. Aquello terminó con Alexis en un coche patrulla, la función arruinada y la paciencia de Charles derramada por la arena.
Nadie sabe lo que pasó por la cabeza de Alexis la noche que estuvo en el calabozo, pero a la mañana siguiente parecía otro. Habló con Charles y llegaron a un acuerdo. Tres semanas después, en la pista central, debutó con bastante éxito un nuevo payaso. Alexis saboreó con intensidad la vieja frase que todo artista de circo se sabe de memoria: “El espectáculo debe continuar”.


Víctor Manuel Jiménez Andrada
publicado en Un Rato para un Relato. Rumor Visual, Cáceres 2010

Ilustración: Artistas circenses. Francisco Eduardo

A la cola


El tipo se puso a mi lado. Era un hombre mayor, de algo más de ochenta años, con buena presencia y bastante alto. Al principio pensé que estaba buscando a alguien, pero cuando empezó a hacerse el despistado me di cuenta de sus intenciones. Yo estaba en la cola, como todo el mundo. Había pedido la vez e iba detrás de una señora. Creí que lo mejor era callarme. “Que más da” me dije. Pero luego, y pensándolo mejor, no quise que me tomara el pelo. “Oiga, ¿ha pedido usted la vez?” Le dije. “¿Dónde se pide?” Me contestó. “Al final de la cola, no aquí.” Respondí enfadado. “Ah, pues como he visto a unos que se estaban colando, he creído que cada cual se pone dónde quiere.” Dicho esto se quedó tan fresco. “Está portándose usted sin educación ninguna”. Le repliqué correctamente aunque elevando el tono de mi voz. El tipo nada, ni inmutarse. Siguió a lo suyo, pero al menos no me quedé con las ganas de ponerle la cara colorada y eso que el mármol no cambia de color. Cinco minutos más tarde, parece que se cansó de esperar y diciéndome con malas formas “aquí le dejo a usted todo el sitio”, se marchó seguramente para seguir avanzando posiciones de forma poco ética.
Víctor Manuel Jiménez Andrada
publicado en digitalextremadura.com

Ilustración: Cola del pan. Jordi Joan

Huidas


Cuando Sandra subió al autobús con dirección a Barcelona aún le quedaba la esperanza de ver por los grandes ventanales a Andrés. Lo imaginó a la carrera y con la cara desencajada, buscándola entre la aglomeración de pasajeros.
Entonces se hubiera apeado y hubiera ido a su encuentro. Le hubiera abrazado con fuerza y besado sus labios.
Pero Andrés no llegó. El autobús cerró sus puertas hidráulicas con un sonido espantoso y comenzó a maniobrar para salir del andén.
La tarde caía como una losa en la ciudad. El vehículo serpenteaba por las calles en dirección a la autovía. Pronto la carretera se inundaría con la monotonía uniforme de cientos de kilómetros. Sandra lloraba en silencio y miraba por última vez aquellos rincones impregnados de recuerdos.
En ese mismo instante, Andrés colgaba del cuello por una soga bien amarrada al gancho de una lámpara. Con Sandra se marchó el último átomo de cordura y solo le quedó huir para siempre.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en Letras Breves n.2 (ene-mar 2011)

Ilustración: Los suicidas de Dante. Tonalli Melo Salvador

Presentación de "LA NIÑA BONITA"


Estamos de enhorabuena. Ya tenemos el libro de LA NIÑA BONITA y seguro que os va a encantar. Diana, diseñadora de Rumor Visual, le ha puesto el mejor de los trajes. Como sabéis, la presentación es el próximo día 14 de abril de 2011, a las 20:00 horas en María Mandiles, c/ Sergio Sánchez, 7 (zona Pizarro). Dispongo ya de varios ejemplares. Si estáis interesados en adquirirlo me lo comunicáis y os lo reservo directamente. El precio es de 15 euros. Por supuesto, tendré un ejemplar a vuestra disposición para que lo podáis examinar.

Las naranjas


El suelo del parque se cubría de oro. Las hojas de los árboles describían, en su caída irremediable, trayectorias indefinidas al capricho de la brisa. Cada mañana, el servicio de limpieza las retiraba, pero a las pocas horas un nuevo manto reemplazaba al anterior.

Isabel paseaba despacio de vuelta a casa. Sentía bajo los pies el crujido de la alfombra vegetal. En su cabeza aún resonaba el eco de las olas de un mar muy lejano y el sabor salado de los últimos besos. Aquellos días habían transcurrido perfectos y dulcemente monótonos, pero formaban parte del anaquel de cosas pasadas. Ahora la realidad se teñía del color gris plomizo de un cielo que amenazaba lluvia. Con las primeras gotas, Isabel aceleró el paso. No le gustaba llevar paraguas.

Llegó a casa empapada. Se quitó la gabardina y la dejó caer descuidadamente al suelo. En el cuarto de baño, se secó el cabello y se vistió con ropa limpia. Luego preparó un café bien cargado y se entretuvo en el conocido paisaje que le ofrecía la ventana de su habitación. Llovía con más intensidad. Pronto sintió que las espesas nubes llamaban con fuerza a la puerta. Querían inundarla de nuevo. Esta vez no dejó que las lágrimas brotaran. Se puso en pie y se dirigió a la cocina. Sobre la mesa descansaba un cesto lleno de naranjas. Tomó una en las manos y la acarició con ternura. En ese instante, un rayo de sol cortó el cielo.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en narrativabreve.com

ilustración: Naranjas sobre naranja. Ángel Barroso Crespo

Recital de poesía en el CAFÉ VICTORIA de Badajoz


El póximo día 7 de abril, jueves, daré a partir de las 21:00 h. en el GRAN CAFÉ VICTORIA de Badajoz, un RECITAL DE POESÍA. Os espero.

Gran Café Victoria
C/ de San Juan, 3 -
Badajoz, C.P. 06002