Vaya mierda (9)
El cuerpo humano está diseñado para no percibir el mal olor en la mierda propia. Esa rara cualidad nos hace amar, de alguna manera, todo lo que sale de nosotros, aunque sean inmundicias. Por la misma razón, despotricamos de los demás, que tampoco cagan flores precisamente. Montamos en cólera cuando entramos en un baño detrás de otra personas y recibimos un gancho directo en nuestro olfato. Gritamos medio asfixiados: “¡Dios mío, qué oló!” (así sin erre), como si lo nuestro fuera ambrosía. Esta vara de medir diferente, esta subjetividad que nos hace juzgar con dureza pecados que también cometemos, es lo que más me preocupa, por muchas risas que nos entren.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario