Hay un afán por dejar rastro
{una piedra en un montón,
algún verso copiado,
unas flores de plástico,
una fotografía desvaída
o la muda de la serpiente
que en realidad somos}.
Formamos relicarios
de suplicios y alas rotas.
Encomendados a lo que no existe,
esperamos algún prodigio
que nunca llega.
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