El
gato embustero,
oculto
en la sombra,
gobierna
a su antojo
los
hilos de la marioneta
del
vástago del molinero
convertido
en Marqués
de
Carabás.
Cada
día calza sus botas
de
punteras de acero
para
patear los rostros
de
los desahuciados,
mientras
perfuma su corbata
con
el aroma de honestidad
que
compra en el chino de la esquina
a
dos euros el frasco.
Después
de conocer
el
destino del ogro,
huyo
del ronroneo.
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