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Mostrando las entradas etiquetadas como el último diente de leche

Los buenos y los malos

No me creo las historias con finales felices. La vida enseña que Caperucita es un poco loba y el lobo un poco niño, por la misma razón que un vaso medio vacío es también un vaso medio lleno. No hay buenos ni malos sobre el tablero; solo vencedores y vencidos en un punto situado en el espacio-tiempo; y el único final verdadero es: “...comieron lo que pudieron y vivieron luchando.” No hay buenos ni malos sobre el tablero, todo depende del punto de vista.

Gris

Evito infectar de adjetivos su nombre para no caer en la degeneración de los rapsodas hiperglucémicos que mendigan aplausos en las puertas de las escombreras.   La conocí un día que olía a noche, en el mejor momento de las malas horas, pero todo acabó tan pronto que no llegó a empezar. Nunca he sabido jugar con el color gris. Tal vez esto parece la excusa del que no tiene polvo en los zapatos ni cicatrices en el reloj.

Circuito cerrado

En una pista de carreras la línea de meta coincide con la salida. Ya sabes: “del polvo vienes...” Han instalado un circuito cerrado de televisión en el horizonte para capturar la danza de las mariposas de papel. Cuando la línea de meta coincide con la salida es viajar a ninguna parte. Eso dicen los que no entienden que la esencia es el trayecto.

El tiovivo

“¡Si volviera el tiempo, el tiempo que fue!” Arthur Rimbaud Al tiovivo del cementerio de atracciones le chirrían las tripas en cada vuelta. El constipado permanente que padecen los engranajes ya no se alivia con unas gotas de grasa. Los caballitos mutilados relinchan y espantan a los cuervos, mientras los filamentos fundidos de las bombillas se sueñan incandescentes. Los colores devorados por el calendario todavía resucitan con la mirada infantil de los ancianos y el empeño infatigable de los niños.

Tango

“...las nieves del tiempo platearon mi sien” Alfredo Le Pera No se viaja a los arrabales de los balbuceos primeros si no es con un pasaporte de piantado en el bolsillo. Y aunque todos miran las huellas de los caminos, nadie acepta el deseo de regresar.

Las canicas

Las canicas rodando por el suelo rompen el silencio de la hora de la siesta y los nervios del vecino de abajo. Es algo que ocurre, como un accidente inevitable, en el cogollo de las tardes de verano. No hay mano que abarque tantas esferitas de cristal, ni pecho que resista la inocencia.

Desconocimiento

Yo no sabía que un molinillo de papel, si está bien afilado, es mortal para un corazón tallado en piedra; y tampoco sabía que grapando las lágrimas                        aflora un océano.

Agua pasada

“¿Qué hay de nuevo, viejo?” Bugs Bunny Si el pretérito se torna pluscuamperfecto llega la hora de cerrar la caja, romper los diarios y tirar al pozo los libros contables que adornaron los pasillos en los días de Adviento. La última estación del largo itinerario es conformarse con mirar la fotografía en sepia de unos niños -hoy hombres- sobre la pared de una casa alquilada en las afueras. Nada nuevo hay en lo viejo.

Clase de música

Grita como un animal agonizante. Las manos infantiles rodean un cuerpo de madera ahogado en babas. Oír el quejido para no entender la razón de su nombre. Es una primera contradicción, como el primer trago de alcohol o el primer cigarrillo. Más tarde quedará aprender que nada es lo que parece.

Vicios en los que uno cae

Me fumé tus besos en dos caladas y entonces me enganché a ese humo del que no puedo prescindir.    Antes de aquello, cuando jugábamos cada tarde de verano a verdad, beso o atrevimiento , siempre me veía obligado a confesar, con las mejillas encendidas, amores no correspondidos. Muy pocas veces me tocaba atrevimiento porque los atrevidos eran otros. De los besos que no di mejor ni hablamos. Eran malos tiempos para mis labios, que se consolaban con una almohada empapada en lágrimas y en el sudor frío de las pesadillas. Eso fue antes de fumarme tus besos en dos caladas.   Ahora, enredado en el humo perenne, vuelvo a la soledad de mi cama -aunque alguien diferente duerma a mi lado cada noche- y a una almohada,réplica de aquella, en la que verter la nostalgia a la que me condenaste con tu último NO .

Hábitar artificial

El mono del zoo se pudre cuando lo bañan las risas de los niños, el canto de los pájaros silvestres y la burla del espejo. Observa, con tristeza, las copas de los árboles que crecen más allá de los barrotes, como promesas de una Ítaca inalcanzable. Los cacahuetes no son consuelo para el habitante de un espacio infame que aspira a jungla y solo es parodia. Cuando la balanza se equilibra, el término medio es inalcanzable desde los extremos. Ahí está el error.

Trabajos manuales

Con una tijera recorto trozos de corazones disecados, los envuelvo en papel brillante y los pego sobre un plástico transparente. En el ombligo de la madrugada, un rayo de luz transforma la necrópolis en una constelación. Y yo, que conozco cómo se sujetan las estrellas, saludo a los asombrados espectadores desde el centro de un escenario de cartulina.

La gallina ciega

Por jugar a la gallinita ciega, pisé donde no debía. Hay minas que sin explotar matan y palabras que, sin pronunciarse, se clavan como las espinas en el corazón tierno de las moras. Hoy juego con algunas trampas y no me cubro los ojos del todo. He aprendido que de poco vale la honestidad en la ribera de los ataúdes.

Otro alijo que no llega al mercado

1  Han interceptado otro alijo de sueños en la aduana. El camello que lo llevaba oculto en sus intestinos no pudo evitar una mueca burlona al ver la cara avinagrada de los policías. Escasean los profesionales del trapicheo en el bulevar donde habitan los versos que inflaban las velas. No es oficio bien pagado. 2  Las autoridades rellenan cohetes con la mercancía decomisada. En los días de fiesta, el colorido de los fuegos artificiales moldea la sonrisa de esos idiotas que al hecho de respirar lo llaman vida.

Por qué maté al patito feo

Mi problema con el patito feo no fue el collar de complejos que lucía en su cuello de cisne, ni las llamadas de teléfono a altas horas para escuchar un manojo de lamentos, ni siquiera que me usara como espejo mágico para reafirmar los cimientos estúpidos de su belleza. Mi problema fue el brillo de sus plumas blancas deslumbrando mis ojos de topo en mitad de la noche ¡y eso no hay quien lo soporte! 49

Límites

Hace abriles no creía en las fronteras. ¡Ciudadano del mundo! (me decía con la ingenuidad de las corolas). Hoy tengo un rotulador negro (de punta gruesa) para señalar bien los límites sobre el papel. A veces me mancho los dedos de tinta (daños colaterales). Dicen que mostrar los mapas a quienes desconocen la tierra que pisan no es desafiar al metal de las espadas.

El oficio de pastelero

El pastelero del crepúsculo caza ángeles extraviados para arrancarles mechones y cocerlos con azúcar. Su especialidad es el dulce de hojaldre aderezado con tatuajes de anhelos, vueltas de hojas y tuercas de relojes. En la calle se extiende, como una masa aplastada por el rodillo implacable, el aroma delicioso del obrador. Es fácil caer en las tentaciones cuando se adornan de crema, chocolate, cerezas confitadas y señales de prohibido el paso.

COMB(in)A

Mezcló en una batidora: la pelota desinflada, una navaja con sangre, el rosario de la primera comunión, un libro con tapas mohosas, un bote de purpurina, el pañuelo de los días de luto, el reloj de arena de los duendes y una pila gastada. Le pareció que aquello estaba bien y, para ser fiel a sus principios, se ahorcó con la misma comba con la que jugaba de niña.

Esperar la magia

Besé a una rana para convertirla en princesa. Ahora tengo una rana que me mira con repulsión cada vez que me acerco. De nada valen las moscas que le regalo, ni el psicoanalista que le costeo para que supere el trauma.  Estas son las consecuencias que sufro por tener un diente de leche aferrado a la encía.

Conservas

Cuando el hambre me despierta, de pensarte se me hace la boca agua. Tal vez es cierto síndrome de abstinencia o el resultado de unos dados lanzados por la mano del otoño. Me levanto, voy a la cocina y abro la despensa: solo hay un frasco a medias de besos en su jugo sobre una balda cubierta de polvo. El olor desagradable y una nata verdosa le dicen a mi instinto que el ayuno no es tan malo. Entonces pliego el deseo y vuelvo a la cama con el ruido de tripas vacías como banda sonora del resto de la noche.