Jubilación anticipada

En el precipicio de aquel amanecer cubierto por hule de escarcha, una sombra me arrancó tres dientes de un golpe certero en la mandíbula.

Después de 48 horas en observación, habitó la soledad de los pliegues bajo mi almohada en la cama del hospital.

Dicen que le dieron la jubilación anticipada al ratón Pérez.

Ya no creo en quienes cambian monedas por dientes cuando las arcas están vacías y las encías casi despobladas.

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