Hace abriles no creía en las fronteras.
¡Ciudadano del mundo! (me decía con la ingenuidad
de las corolas).
Hoy tengo un rotulador negro (de punta gruesa)
para señalar bien los límites sobre el papel.
A veces me mancho los dedos de tinta (daños
colaterales).
Dicen que mostrar los mapas a quienes desconocen
la tierra que pisan no es desafiar al metal de las
espadas.
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