La gallina ciega

Por jugar a la gallinita ciega, pisé donde no debía.

Hay minas que sin explotar matan y palabras que, sin pronunciarse, se clavan como las espinas en el corazón tierno de las moras.

Hoy juego con algunas trampas y no me cubro los ojos del todo.

He aprendido que de poco vale la honestidad en la ribera de los ataúdes.

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