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Mostrando entradas de mayo, 2022

Convención de ventas

Hay una convención de vendedores en la playa. Aparcan sus «vehículos» junto a la orilla. Las carretillas de mano, de las que se usan en las obras, se convierten en el medio ideal para transportar por la arena las pesadas neveras de corcho cargadas de latas y botellas. Charlan un rato, todos parecen de la misma familia. Luego se despiden con efusión y cada uno toma su camino. Mientras empujan las carretillas bajo el sol abrasador de julio, tocan el silbato para llamar la atención y a veces pronuncian sus monótonas arengas comerciales. Un tal Miguel lleva la voz cantante. Los demás han tomado la ruta que les ha indicado. Nadie sabe, ni siquiera su madre, que echa la buenaventura cerca del puerto a los turistas, que para él será el último día de su vida. Al caer la noche se implica en una reyerta por defender a un primo metido en un asunto de drogas. Hablan las navajas y las pistolas en un combate desigual. Una semana después otros brazos llevarán la carretilla. Su madre traspasará el ne...

El pálpito del castro

Estas piedras de mis ancestros permanecen en la colina. Sobre la tierra erosionada late la Historia (la de siempre).   Pasado que regresa si el canto suave de la brisa me acaricia con olor a hierba.   Una vez por allí corretearon niños; y las madres lloraron cuando marcharon a la guerra, para no volver nunca o para volver con la inocencia mordida por la sangre de otro hombre.   Tiene el lugar algo de sagrado, algo de templo, un vuelo de libélula más allá de la fe.

Ficciones

Cada noche salía al campo para hablar con los muertos. Recorría los caminos iluminados por la luna. Nunca llevaba linterna, para no espantar a los espíritus. Esa costumbre le acarreó más de un tropiezo, pero el riesgo merecía la pena. Cuando percibía cualquier sonido se llenaba de esperanza. No tardó en aprender que la madrugada está plagada de criaturas que comienzan a vivir en el ocaso. Distinguía perfectamente la presencia de cualquier animal que merodeara por los alrededores. Jamás encontró muertos, aunque insistió hasta que, viejo y cansado, no pudo continuar con sus paseos nocturnos. En los últimos años consiguió una especie de contacto onírico con sus ancestros. Sin necesidad de salir a buscar, las voces se agolpaban en su cabeza. Al amanecer escribía todo lo que recordaba de aquellas largas conversaciones. Cuando murió, su hijo halló varios cuadernos con un material muy interesante. Meses después, un lujoso volumen recogía los textos de su padre. Fue un éxito de ventas y el ho...

Una libélula

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Una libélula de carnaval se viste en la intemperie.