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Mostrando entradas de marzo, 2025

Efectos secundarios

La lengua del camaleón moja los labios de los poetas para despojar las palabras de su transparencia dolorosa. Al abrigo de la luna nueva la sutura de los versos hostiga la piel de las manzanas verdes. Un carámbano de fuego se columpia en la cuenca de los ojos y palpa la hendidura de los tuétanos profundos. Las últimas letras son los embriones que apuntalan la ruina y salvan a los náufragos.

Noche de lobos

A horcajadas de una promesa vana aderezo las tinieblas con la luz de un farol, pero el suplicio habita en terribles palabras escritas con tinta indeleble en el reverso de los ojos. Dicen que la noche en el monte es para los lobos, me pregunto para quién es la noche en esta selva de cemento y luciérnagas artificiales. Quizás es el momento de bajar de mi cabalgadura y seguir a pie, lejos del riesgo controlado que se compra en las esquinas.

El quincallero

     El viejo quincallero descosía los rayos de la luna para darle brillo a su mercancía en el corazón amargo de las madrugadas. En el alféizar de los amaneceres, hacía sonar los cachivaches y despertaba las ilusiones de algunas almas solitarias.     Caminaba por los mercados y por las calles de pueblos en los que era siempre el extranjero sobre el que se vertía una aleación incandescente de desprecio y desconfianza. Cargaba con la mercancía sin descanso bajo las miradas flagelantes de las dudas.     Así, comerciando con las cosas casi sin importancia, casi sin valor, intentaba que en su mesa no faltara el pan para sus hijos. En la intimidad de sus oraciones, solo la quimera de una vida mejor para ellos le hacía sonreír a un Dios lejano y severo.     Luego llegaron los otros. Los que mancharon su oficio y su nombre con el delito, con el robo y con la desesperación que les galopaba por las venas. Eran los que manejaban la navaja...

El recital

     Cuando finalizó el recital, el poeta se quedó desnudo sobre el escenario. Con cada uno de los versos se fue desprendiendo de las vestiduras falsas y las máscaras con las que había opacado su existencia a lo largo de los años. Su alma fue alcanzando una transparencia inusitada ante la mirada atónita de los espectadores, entre los que se encontraban, como siempre, sus amigos más cercanos y queridos.     Ya lo había advertido en los días previos: aquel acto no sería un recital común. Sentía la necesidad apremiante de poner algo de luz a sus rincones más ocultos, rescatar poemas que hasta entonces había vetado por su sinceridad descarnada e incómoda.     Después de leer la última pieza, con una voz lenta y acompasada, las caras de asombro sustituyeron a los aplausos habituales. El silencio se extendió como una fina lámina de caramelo que nadie se atrevía a romper con palabras vulgares.     El poeta bajó de la tarima, salió del...

Poema vencejo

 (1) La poesía tiene fuertes alas para volar igual que los vencejos:         sin detenerse casi nunca. Se alimenta de todas las palabras que encuentra por los puntos cardinales, no repara en mezclar cientos de idiomas, pues su dieta es mestiza. Atesora el instinto de los nómadas         —tan arcano y tan bello— para recorrer los cielos del mundo sin saber qué son las tristes fronteras que construyen los hombres. (2) Los vencejos —¿o he dicho los poemas?— navegan en los libros más hermosos sobre océanos de espacio y de tiempo, también bajo la tierra, en la fibra óptica que penetra los muros de las casas. Jamás pueden vivir entre barrotes         {poemas y vencejos}. Algunas veces hacen una pausa para anidar en las cabezas fértiles de los poetas. Y así se reproducen en los ciclos eternos de la vida.