La disparatada idea del señor Jones

El tristísimo aniversario del 11-S tiene un protagonista que ha saltado a los medios de comunicación de todo el mundo no precisamente por su tolerancia y su buen hacer. El pastor Terry Jones ha amenazado con la quema pública del Corán, libro sagrado de la religión musulmana —como sabemos, esta fe la profesan millones de personas pacíficas en todo el mundo—. Es, se mire como se mire, una ofensa y una provocación clara contra un colectivo que, como cualquier otro, merece todo el respeto. Este tipo de despropósito lo único que consigue es el rechazo de la inmensa mayoría de la sociedad, un tremendo dolor de cabeza para los gobernantes que tienen que acudir con paños fríos y en el peor de los casos levantar la ira de los sectores más radicales. No sabemos que Dios defiende el señor Jones, pero desde luego no es el Dios de la concordia, la convivencia y la paz. La parte más negativa es la publicidad que se le ha dado a un personaje que de otra forma no hubiera sido conocido fuera de su reducido entorno. Soy el primero que lamenta escribir sobre él, pero no puedo mantenerme callado ante la infamia. Espero que el señor Jones rectifique y no solo no lleve a cabo su amenaza, sino que pida perdón públicamente por su disparatada idea. Me gustaría terminar estas líneas recordando que la Constitución Española, norma fundamental de convivencia de nuestra sociedad, en su artículo 16 dice: “Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la Ley”.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en: digitalextremadura.com (12/sep/2010)

Música


Las cuerdas de la guitarra quiebran
el silencio de la soledad
y como rayos de luna,
rasgan la noche.

Las cuerdas de la guitarra diluyen
la arena de la garganta
y fluye de nuevo la vida
por las viejas cañerías.

Las cuerdas de la guitarra rompen
las horas de platos vacíos
y la melodía extirpa
la miseria enquistada.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Poema publicado en Ars et Sapientia nº.32-agosto 2010

Tan triste


A las siete de la mañana
el sonido del timbre
es la cuna
de un terrible presagio.

Por el horizonte
asoma un sol tímido
disfrazado de gris.

El verdugo eterno
levanta la cabeza
para llorar
por su suerte infame.

En sus manos blancas
aún late el corazón
de la joven rosa.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Poema publicado en Ars et Sapientia nº.32-agosto 2010

Oficios vocacionales


Publicado el 6/9/2010 en digitalextremadura.com

Cada septiembre vuelven a casa los libros de texto y los materiales escolares, supongo que como en muchos hogares de nuestra comunidad. El olor de las tintas recién salidas de la imprenta, los lápices de colores, el forro de plástico y las gomas de borrar parece invadirlo todo. Cada septiembre, recuerdo también a aquella maestra veterana que con una sonrisa cerraba tras de sí la puerta, encerrándose con veinticinco niños y niñas que por primera vez acudían al colegio. “No sé cuanto gana, pero sea lo que sea es poco”, reflexioné mientras aguardaba la salida de los niños y por la puerta volvía a aparecer la maestra con la misma sonrisa intacta.
He tenido muchos maestros y profesores a lo largo de mi vida académica y los ha habido mejores y peores, pero lo que no se puede negar, con los tiempos que corren, es que una persona que decide dedicarse a la docencia, no puede llevar a cabo su cometido si no es con una dedicación intensa y con una paciencia a prueba de bombas. Sí, es cierto que cualquier oficio puede ser vocacional. De hecho sería lo deseable, pero también es verdad que muchos trabajos se pueden ejercer sin necesidad de una tendencia arraigada, o simplemente por la más pura necesidad. Sin embargo, la sonrisa de aquella profesora me enseñó, sin lugar a dudas, que hay personas que se dedican a lo que se dedican por pura vocación.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Pregones en el desierto


El hombre se empeñaba en mostrarnos su arte. No teníamos ningún interés y nos largamos a la primera oportunidad.
Llegó la noche y en la soledad de mi cuarto, me miré al espejo y pude apreciar en mis ojos la mirada enloquecida de aquel individuo.

Víctor Manuel Jiménez Andrada