Montaje

Hay un croquis dibujado sobre el barro.
Unas cruces marcan los cimientos
de este castillo de metal, madera, cuerda y lona.

Un trajín constante entre los carromatos ahuyenta toda incertidumbre.
Las mazas golpean en la cabeza de los clavos y en lo que ya no existe.
Antes de que se afile el horizonte con la piedra de la tarde,
se alza el coloso efímero.
               —No parece buen terreno —le digo al jefe de pista.
               Me mira con indiferencia y se encoge de hombros.


(Del poemario Circo)

024-Cosas que llevo en el bolsillo

Necio cascabel,
que lo mismo suenas
movido por el viento
que por la mano,
arranca tu lengua
si no vas a gritar
contra los muros.

Biblioteca

Ahora que la tarde se derrumba
en el soliloquio de mis ojos,
cuando parece que la punta del dardo
yerra en la diana de la carne,
detengo la arena de los relojes
para respirar hondo
el aroma que desprenden
estos anaqueles.

Palabras que no traicionan
aguardando, como Lázaro en su tumba,
que la mirada del resucitador
se pose sobre ellas.
Es entonces cuando surge
el verdadero hechizo
que nos hace levitar
más allá de estos muros.

Las páginas se transforman
en las alas del Pegaso
que salvo a un tal Bukowski,
y a tantos otros,
y que me salvarán a mí
de estas cadenas de ignorancia
que me llagan los tobillos.

Palabras que no traicionan,
atemporales y eternas,
custodiadas en este templo
de dioses inmortales.

Afuera la noche canta su preludio,
pero yo estoy muy lejos:
viajo sobre una nube de letras
más allá de mí.

Carteles

Al principio estabas tú, indefinida, sin rostro apenas,
en los carteles que anunciaban la función en la ciudad.

Después tu nombre y tu cara se fundieron con las vigas
que sostienen esta carpa descolorida que es mi historia;
y así pasaste al otro lado de ese espejo
que distorsiona los sueños para soportar los relojes.

Hoy estoy confuso y no sé si soy el espectáculo
                                           o el espectador.

(Del poemario Circo)