El corazón del trapecio


La angustia se palpa en unos ojos
que siguen hipnotizados el vaivén del trapecio.

¡Redoble de tambor! ¡Más difícil todavía! ¡Doble salto mortal!

Ángeles ingrávidos cruzan un firmamento de cables,
lona y estrellas pintadas a brochazos.

¡Redoble de tambor!

El corazón tiembla en la garganta durante un páramo de segundos.
Estética de músculos perfectos atravesados por haces de miradas morbosas
que anhelan el error como parte del espectáculo

      ¡Triple mortal! Para inflamar el aire de alabanzas.
   

031-Cosas que llevo en el bolsillo



No me avergüenza abrir el libro,
pero dime: ¿Qué adelantas leyendo sus páginas?
Créeme: te sorprendería saber
que no hay lugar para la sorpresa.

La orquesta


Cada momento su banda sonora.
Alternar la alegría con el redoble de tambor
y provocar que los dientes devoren uñas
es oficio de maestros.

Desde su rincón sombrío las notas visten
          —como modistillas generosas—
la gloria de los artistas.

A veces la ausencia no se tiñe de silencio
y la trompeta llora en las manos del payaso triste.
    

030-Cosas que llevo en el bolsillo


Tanto chupamos de la ubre
que no nos han salido los dientes.
Con las encías despobladas
no podemos rebañar los huesos
que sobraron del festín.
Al menos aprendí
a tragar gusanos
para no morir
de hambre.

Equilibrio


Alcanzo con la punta de los dedos un suspiro de la luna
y desde allí me cuelgo del alambre del funámbulo.
 
Los pájaros que se han colado bajo la lona que alberga las fieras
me esquivan en disonante estampida, chocan unos con otros y caen:
           fardos de carne muerta para festejo de fauces.
  
El equilibrio requiere concentración y ni aves desquiciadas
ni manos fabricando sombras chinas empañan los ojos del artista
que sabe lo que es palpitar sobre la cuerda floja.