No uso gafas de sol. De jovencito sí. Me compré unas de espejo, en un puesto callejero. Sí, lo sé. Sé lo que pensáis, pero eran los ochenta y yo tenía dieciséis años.
Hoy veo a la gente con gafas de sol incluso donde no hay sol: en zonas de umbría, en el interior de los locales y hasta por la noche. Existe, o siempre ha existido una tendencia a ocultar la mirada. Quizás es que los ojos son las ventanas del alma y nadie está dispuesto a desnudar la suya delante de los demás. De todas formas, tenemos que reconocer que la mayoría llevan gafas de sol más por moda que por necesidad y al final los ojos se acostumbran a ver todo más opaco y más amortiguado. Es una forma diferente de percibir la realidad. Los colores se hacen más tenues a través de un filtro y así se evitan deslumbramientos innecesarios, aunque como contrapartida, se pierde la belleza de los matices de la vida.