Hostal Maravillas
Convención de ventas
Al caer la noche se implica en una reyerta por defender a un primo metido en un asunto de drogas. Hablan las navajas y las pistolas en un combate desigual.
Una semana después otros brazos llevarán la carretilla. Su madre traspasará el negocio. Las lágrimas son inútiles contra el hambre. A Miguel ya todo le dará igual.
El pálpito del castro
permanecen en la colina.
Sobre la tierra erosionada
late la Historia (la de siempre).
Pasado que regresa
si el canto suave de la brisa
me acaricia con olor a hierba.
Una vez por allí corretearon
niños; y las madres lloraron
cuando marcharon a la guerra,
para no volver nunca
o para volver con la inocencia
mordida por la sangre de otro hombre.
Tiene el lugar algo de sagrado,
algo de templo,
un vuelo de libélula
más allá de la fe.
Ficciones
En los últimos años consiguió una especie de contacto onírico con sus ancestros. Sin necesidad de salir a buscar, las voces se agolpaban en su cabeza. Al amanecer escribía todo lo que recordaba de aquellas largas conversaciones.
Cuando murió, su hijo halló varios cuadernos con un material muy interesante. Meses después, un lujoso volumen recogía los textos de su padre. Fue un éxito de ventas y el hombre consiguió cierta fama póstuma. Aunque tal vez él no hubiera estado de acuerdo en que su obra apareciera en los anaqueles de ficción.
Eco que se desvanece
el odre viejo
cuando pasean su riqueza.
Otros, con los bolsillos descosidos,
guardan en sus pupilas
la sonrisa del sol naciente.
La gloria, como el eco de campana,
es efímera en el desierto
del almanaque.
{Vamos, hermana,
no te detengas
a contemplarles}.
Superposiciones
El eco de la música sobrevuela los gritos de los heridos y el sonido de las sirenas. Miles de almas celebran en ese momento la noche mágica, mientras el horror, al otro lado de la colina, parte los ánimos más firmes como si fueran cañas secas. Quizás en algún rincón se espera a alguien que no acudirá. Será la hora de las llamadas sin respuestas. Mañana no habrá esperas, pero hoy la ignorancia es el mejor elixir para el corazón, al menos hasta que la noticia corra como un reguero de pólvora.
Cuando el sol regrese, los diarios de la mañana se poblarán de fotografías macabras como si todo formase parte de un espectáculo. La vida seguirá con su latido constante para aquellos que tuvieron la fortuna de no encontrarse con el rostro de cuencas vacías.
El arte de resucitar
{Flor que nace del tronco muerto,
suspiro de la lluvia
sobre un corazón de lija
o un verso acertado
del último de los poetas}
↓
La vida brota inverosímil.
Aunque las piernas pesen como plomo,
seguimos adelante
regados de promesas.
Ego te absolvo
Desde el principio aquella cara le resultó conocida. «No es posible», pensaba. Se había marchado de allí con dos años. Su familia había muerto en oscuras circunstancias y un tío suyo se hizo cargo de él. Muy joven encontró la vocación y en cuanto tuvo la edad ingresó en el seminario. Había regresado a su pueblo natal como nuevo párroco, después de ordenarse y de varios años en las misiones. «Es la voluntad de Dios», se repetía en sus oraciones.
Los ojos de aquel viejo le eran muy familiares. Había algo en ellos que le daba miedo. Era una sensación extraña que no podía relacionar con nada, pero que le producía una honda inquietud.
El anciano, como buen devoto, fue a confesar una tarde. Entonces se despejaron todas las dudas. El hombre descargaba su conciencia a la vez que él cargaba el alma con pesadas alforjas. El secreto de confesión lo libraba de la justicia humana, pero no podía protegerlo de la sed de venganza.
Una noche, una patrulla de policía encontró al párroco en un apartado callejón cosiendo al viejo a puñaladas. Cuando lograron detenerlo, el hombre había muerto. Esposado y camino al coche de policía, el cura solo acertaba a decir: «Ego te absolvo...».
Altar de ofrendas
{una piedra en un montón,
algún verso copiado,
unas flores de plástico,
una fotografía desvaída
o la muda de la serpiente
que en realidad somos}.
Formamos relicarios
de suplicios y alas rotas.
Encomendados a lo que no existe,
esperamos algún prodigio
que nunca llega.
Pavesas
Se estremeció cuando sintió un aliento cálido sobre su cuello, pero movió la cabeza al lado contrario para recibir sin trabas unos labios ávidos de su carne. Se giró y con los ojos cerrados abrazó a aquel ángel al que siempre se había empeñado en rechazar.
Luego la luna los bendijo con su luz balsámica durante la madrugada, hasta que se quedaron dormidos de puro agotamiento.
Con la primera claridad del alba, un fuerte golpe les despertó. Alguien había abierto la puerta con violencia. Frente a ellos, una mirada infectada de odio recorrió los rincones del lecho compartido. El reino de la sangre y de las cadenas brotó entre las grietas y la sentencia se cumplió antes de que el gallo cantara por última vez.
Bosque
Las raíces asoman
como niños traviesos
en los días de fiesta;
los troncos se visten de musgo,
piel animal que los abriga
{acarícialos sin temor
y siente cómo se estremecen}.
Vida sobre la vida,
la teoría de los fractales
en el alma del bosque.
Aquí no es inerte ni la roca.
Males menores
La mañana siguiente amaneció radiante. En el periódico, junto a la noticia del temporal aparecía otra que anunciaba la detención de un psicópata que había aterrorizado la ciudad en los últimos meses y al que se le atribuían no menos de cuatro víctimas. La muchacha no relacionó las dos noticias ni llegó a saber la suerte que tuvo hasta que la avisó la policía para declarar: varias llamadas suyas aparecían en el teléfono de aquel individuo.
Polvo esencial
El polvo del camino
o la esencia necesaria
que impregna la piel del caminante.
Polvo que ensucia
la ignorancia con la que nacemos
cuando un viento caprichoso
lo levanta del suelo
para obligarnos a cerrar los ojos.
Entonces,
a ciegas recorremos
nuestro paisaje interior
y verdaderamente
comenzamos a caminar.
Trastos rotos
La paradoja de los cementerios
Los cementerios clavan sus entrañas
en las afueras de los pueblos.
Exilio inevitable de los muertos
que peregrinan para huir
de los que viven,
de los que pueden hacer daño
con dedos afilados
por la piedra del odio.
Un muro los separa
o un simple mosaico de lápidas
cuando el pueblo, en su afán de crecer,
indiferente los abraza
{así lo he visto
en ciertas parroquias gallegas}.
Son templos de silencio
y refugios de anhelos
en las noches sin luna
a la ribera del camino.
El suplicio
Se gira y da unos pasos. Su belleza entre la penumbra me conmueve. Toma una botella llena de agua y bebe con tragos largos. Se vuelve y derrama sobre mi rostro un poco del líquido que ha sobrado. Esa chispa de misericordia me confunde aún más. Después arroja la botella contra el suelo y el sonido de los cristales rotos retumba en los muros. Regresa a su posición y agarra la palanca con firmeza. Me dedica una leve mirada, intuyo en su boca un amago de sonrisa. Pone en marcha la máquina. Las cadenas se tensan y mis extremidades se estiran con violencia. Siento que voy a partirme. Mis gritos se ahogan por los rincones de este lugar siniestro. Puedo oír el crujido de mis huesos. Unas lágrimas asoman a sus ojos, pero, para mi desgracia, sigue con su tarea sin descanso. En el último instante de conciencia, la imagino besándome en los labios.
Unicornios en el valle
Arrepentirse no vale de nada
cuando la encrucijada
se ha dejado atrás.
Nos queda seguir adelante,
aunque sea sin la promesa
de encontrar unicornios
pastando en el valle.
¿Sabríamos reconocerlos?
Cuentan los viejos
que no es tan sencillo
como parece.
Las dudosas virtudes de soñar
Les gustaba soñar con una vida mejor. No corrían buenos tiempos y con eso aliviaban un poco el peso de una existencia miserable que los había arrastrado por los caminos de la infamia. Pero para soñar debían tener los párpados cerrados y nunca llegaron a conocer las maravillas que alguna vez acontecían frente a sus ojos inútiles: el brillo fugaz de la realidad palpable o la esperanza que asomaba detrás de las tapias ocres del dolor.
Cuando un día decidieron despertar, tal vez alentados por el canto fugaz de un pájaro, solo consiguieron ver cómo se perdía en el horizonte el contorno del último tren. Entonces no les quedó otro consuelo que cerrar los ojos para volver a soñar.
La magia de la geometría
Caminamos, volvemos al principio
tras recorrer el laberinto:
ecosistema cíclico
que nos sostiene.
«Polvo eres...»,
predica el libro sagrado
del Génesis.
Sin embargo, no hay retorno
al minuto que muere
{nos movemos en un binomio
espacio/tiempo irrepetible}.
Caminamos tal vez en círculo
o a ningún lugar
o al principio↔fin.
Poco importa, después de todo.
Práctica de anatomía
Eran sus primeras prácticas de la asignatura de Anatomía y lo pasaba mal. Creía oír las voces de los cadáveres. Le hubiera gustado comentarlo con alguno de sus compañeros, pero no se atrevió por miedo a que se rieran de él. Dos meses después, cuando ya había superado aquellos malos tragos, una bala perdida en un tiroteo entre unos delincuentes terminó con su vida.
—Claro que soy joven, estudiaba primero de Medicina cuando la palmé y ahora no veas lo que me aburro sumergido todo el día en este tanque de formol. Al menos, durante unas horas venís a visitarme...
La muchacha pensó que estaba loca. Cada vez que iba a la sala de cadáveres para las prácticas, aquel chico parecía comunicarse con ella de alguna manera.
—Eso nos pasa a todos al principio —le dijo el profesor cuando le expuso su problema—. Luego nos acostumbramos y solo atendemos a las voces de los vivos.