Ecosistema mínimo (XIX)

Mi silencio es la respuesta, porque no voy a tentar a la pregunta impertinente. Sí, tal vez lleve algunos secretos cosidos en mi camisa, pero ¿a quién le importa? La verdad es este momento tan lleno de luz, junto al río. La verdad eres tú fundiéndote en el paisaje ante mis instintos caníbales.

Cuento de Navidad

El señor Scrooge se despierta con una horrible taquicardia y el sabor ácido de las pesadillas pegado al paladar: “Una mala digestión la tiene cualquiera”, se dice.

A la luz del día, los fantasmas de la madrugada forman una niebla que se deshace con los dedos. La conciencia agitada se serena y vuelve al dique cuando comprueba las cuentas de activo en el balance.
 
Seamos sinceros: miles de señores Scrooge se pasean cada Navidad, con las barrigas repletas, sobre una alfombra de desdicha.

NOS importa un comino la cartografía de las desembocaduras y la soledad de los funerales.

Nueva vida

Tiene quince años. Rebosa vida. Sale de la ducha muy perfumado. Se viste con su ropa nueva. Ha quedado con ella. Es la primera vez. Se marcha de casa. 

En un rincón de la habitación, el viejo osito Teddy llora desconsolado y grita: —¡Adúltero!

Ecosistema mínimo (XVIII)

Tu risa es la aldaba que despierta a las corolas que habitan en el lecho de espinos. Desconozco cómo he llegado hasta aquí, pero no quiero marcharme. La vida tiene estos momentos irrepetibles y efímeros que hacen que todo tenga sentido bajo un cielo de moras. El rumor del riachuelo seguirá aquí cuando ya no estemos, igual que tú en mí, a pesar de esta condena de líneas paralelas.

Haikus. El opúsculo del caminante


El corazón de la crisálida

En el ocaso de la primavera
el caballito de cartón se quema
en el fuego de unos labios
que mancillan la inocencia.

En el estertor de las horas
se cobijan muñecas viejas,
apartándose de la mansedumbre
de un candor fingido.

Los juguetes de cuerda
paran sus corazones
y claudican sin resistencia
ante el inminente cataclismo.

El humo eclipsará
el brillo del arcoíris
cuando el trémulo aleteo
despierte al día.

Se vaticina la metamorfosis
bajo el caparazón de la crisálida.

Ecosistema mínimo (XVII)

Ofrezco a la corriente cintas de colores para que el invierno jamás empañe tu nombre divino. Los miliarios nos hablan de la eternidad y su devoción por el polvo de los senderos, aquel que viene de parajes lejanos y que esparce un aliento del norte. ¿No sería entonces posible tallar este ahora sobre el agua?

Palabras de Pinocho

He colmado un saco
con las palabras de Pinocho
y las he lanzado al aire
desde el balcón del Palacio.

Hartos de discursos vacíos,
los súbditos festejan
estas mentiras verdaderas
que riegan el erial
como confeti de colores.

Ecosistema mínimo (XVI)

¿Hay algo más complejo que la profundidad transparente del río? Sin artificios ni caleidoscopios, la tiara de luz sobre tu frente devora mis ojos de animal nocturno.

061-Cosas que llevo en el bolsillo

Escribo notas absurdas
a pie de página
para justificar cada ahora
sobre un almanaque
de papel mojado.

Luego me pierdo
en el vuelo de una mosca.

La pereza

Al sentir el calor del aliento del príncipe sobre su mejilla helada, Bella Durmiente protesta:

Cinco minutos más, por favor”.
¡Es tan cómodo el colchón de plumas subvencionado con el oro falso de los extranjeros!
 
Dormir parece la mejor opción. Así la tibieza de los sueños apacigua la avaricia de los clavos oxidados y las cenizas que rebosan en los cangilones no salpican las frágiles pupilas de la voluntad.

Ecosistema mínimo (XV)

Sobre la partitura del aire se escribe la música del agua con brillo de plata. Tu voz acompaña la melodía. Canto de sirena que me empuja al corazón de la tristeza. Las intenciones de las avispas se disfrazan de algodón cuando me condeno al laberinto de espejos.

060- Cosas que llevo en el bolsillo

En lágrima ajena descubro
aquella que cultivo en tus párpados
con el estiércol hediondo
que brota de mi lengua.

       Tengo que aprender
       a tragarme mi vómito.

Las tretas del gato

El gato embustero,
oculto en la sombra,
gobierna a su antojo
los hilos de la marioneta
del vástago del molinero
convertido en Marqués
de Carabás.

Cada día calza sus botas
de punteras de acero
para patear los rostros
de los desahuciados,
mientras perfuma su corbata
con el aroma de honestidad
que compra en el chino de la esquina
a dos euros el frasco.

Después de conocer
el destino del ogro,
huyo del ronroneo.

Ecosistema mínimo (XIV)

La norma es dejarlo todo como está. Evitar quebrar la mínima rama, no espantar a los insectos y permitir que el agua siga su camino. Formar parte del entorno sin mancillarlo, pasar desapercibido como el grito de las rocas y confundirme con el musgo cuando tus ojos me recorran en su peregrinar azaroso.

059-Cosas que llevo en el bolsillo

Anida en las encías
el sabor último,
ese que nos anuncia
la inevitable tormenta apocalíptica
y que nos corta a todos
por la misma tijera.

          Mi mayor consuelo
          es la desesperanza.

Un lugar de viejos

“¡Ay de mi Alhama!”
Romance anónimo

El sonido de la flauta ahuyenta
a los habitantes
de Hamelín
y les recuerda que es mal negocio
vender futuro al mejor postor.

Intuyen que ni los hombros de Atlas
soportarán los intereses
de unas hipotecas
a largo plazo.

Añoran la época
de las ratas y de los llantos,
mientras que por las calles desvaídas
rumian pesares
y mastican piedras del río.


(Del libro "El último diente de leche")

Ecosistema mínimo (XIII)

No hay frontera más difícil de cruzar que los centímetros que nos separan. Mis dedos de sombra jamás rozarán el suspiro incendiado de tu pecho, aun así juego a los dados con la esperanza de que el destino se equivoque. Ya sucedió otras veces, aunque entonces fluía bajo este tronco savia nueva.

058-Cosas que llevo en el bolsillo

Esta cicatriz que no escondo
es todo lo que me queda
del filo de tus besos
cortando alas de mariposas blancas.

          Siempre es mejor la huella
          que su ausencia.

Las artes de cenicienta

“Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí,
 y me debilitaré y seré como todos los hombres.”
 Jueces 16:17

No me fío de quien abandona
zapatos de cristal
en mitad de las escaleras
como señuelo
para corazones incautos,
ni de los labios rosas
que ocultan colmillos.

Unas redes caza-suspiros
son cepos para osos.
Lo aprendí, de mancebo,
en los jardines de Dalila.

Desde entonces sé
que el arte milenario
de forjar anzuelos
roza la perfección
en los dedos suaves
de aspirantes a princesa.


(Del libro "El último diente de leche")

Ecosistema mínimo (XII)

Busco la flor minúscula que nace en la umbría, a los pies de la corriente cristalina que brota de un sueño de lija, la perseguida por los cazadores de inocencias que deambulan por las fábulas, la flor que acunas con dulzura en la oquedad de un pálpito, la que nunca me atreveré a pedirte prestada.

057-Cosas que llevo en el bolsillo

Roido por la tristeza
de las hojas amarillas
me amarro a la certidumbre
del polvo arrastrado
por un viento del Norte.

          Ya no suenan los cascabeles
          en las mañanas de sábado.