Cuando hacemos uso del lenguaje, sabemos que hay que valorar el fondo  y la forma; cuidar qué se dice y cómo se dice. Es algo que nos enseñan  desde la escuela. No es lo mismo decir, si un chiquillo está  atragantado, “San Blas, San Blas que se ahoga este animal”, que decir  “San Blas Bendito, que se ahoga este angelito”.   Me refiero a  esto porque hace unos días tuve que acompañar a un familiar al servicio  de urgencias de un hospital; estábamos esperando a que llegara nuestro  turno cuando oí por megafonía lo siguiente: “Fulano de Tal, pase a la  sala de clasificación”. Me quedé un poco descolocado. Por un momento,  pensé en los pacientes como productos agrícolas o, lo que es peor,  ganaderos. Había entre los presentes un hombre, que parecía conocer bien  los oficios del campo, que comentó entre dientes: “Nos consideran como  si fuéramos ovejas”. No le faltaba razón viendo el trato verbal  recibido.  Lo de “clasificar”, aún siendo realmente lo que hacen  en esa sala, me parece una p...